Admirado y galardonado Barça
Atado a los cordones de Messi, el equipo de Guardiola despliega un juego armónico y efectivo
Tristeza näo tem fim
Felicidade sim
A felicidade é como a pluma
Que o vento vai levando pelo ar
Voa täo leve
Mas tem a vida breve
Precisa que haja vento sem parar.
Nadie mejor que Vinicius de Morães para acompañar el llanto del Santos. La tristeza no tiene fin para los perdedores. La felicidad les duró a los brasileños el tiempo que tardaron en jugar con el Barça, un equipo que, por el contrario, es consciente de su necesidad de ganar cada día para combatir la eterna melancolía del club.
El éxito del Barcelona de Guardiola no parece tener límites: 13 de 16 títulos en tres años, cinco este 2011, el último ganado en Japón ante un rival brasileño, cosa inédita. Los azulgrana regresan al punto de partida después de cada triunfo: tres Ligas, dos Champions y dos Mundiales. Ya lo advirtió Xavi: el recuerdo de las finales perdidas les estimula para ganar las que se les presentan. La derrota significa decadencia.
El mérito está tanto en la victoria como en la manera de conseguirla. Hay un dicho que aseguraba que las finales no se juegan, sino que se ganan. No es el caso del Barça, que no concibe los goles si no media el fútbol. No le alcanza con ser considerado el mejor del mundo, sino que siente la necesidad de demostrarlo en el torneo así denominado, en los partidos decisivos, cuando se disputan los títulos, como en Japón o el verano pasado en Wembley. Alguno de sus mejores partidos se han producido precisamente en las jornadas más exigentes, el día en que había un trofeo en disputa, en situaciones en que se discute la jerarquía del equipo y la de Messi. No hay dudas sobre el alma competitiva del Barça ni sobre su singularidad futbolística.
Nunca ha dejado de ser un equipo reconocible, y menos en los partidos en que aumenta la disputa por la calidad del rival. Ocurrió en Milán, en Madrid y ante el Santos, equipos que menguaron por la omnipresencia azulgrana. Las condiciones las pone el Barça: defensa de tres, las bandas abiertas para actuar por fuera y el despliegue de centrocampistas de todas las gamas y todos los colores para jugar por dentro. Habrá un día en que se juntarán 10 medios con Messi. Atacar sin delanteros tiene su riesgo. A veces cuesta profundizar y se tiende a ser retórico en la definición. No fue ayer el caso porque los volantes fueron tan selectivos en sus llegadas como generosos en la combinación y la asociación.
A partir del dominio escénico, de una gran atención defensiva y de la posesión de la pelota, el Barça remató el partido nada más empezar. Hipnotizado, el Santos fue un espectador de la exhibición del Barça, un equipo intenso y contundente, racional en la ocupación del campo. El triángulo Alves-Xavi-Messi fue indescifrable para Ramalho, igualmente sorprendido por el oficio de Busquets, la luminosidad de Iniesta y la voracidad de Cesc. El recital hasta el descanso fue memorable y los goles cayeron sin remisión para el Santos. El Barça abrió la línea de pase, encontró al tercer hombre para generar situaciones de superioridad y Messi desequilibró al Santos, que fue incapaz de comprender el juego. Los brasileños fueron desbordados por los medios barcelonistas, dinámicos, fluidos y rápidos en la circulación, siempre intercambiando sus posiciones. El Santos quedó en fuera de juego y Neymar no anotó ni el gol del honor porque la actuación azulgrana fue tan completa que hasta se lució Valdés.
El mejor, para no perder la costumbre, fue Messi, principio y final de la goleada, capaz de marcar en las seis competiciones en juego, dichoso cuando mezcla con la cantera, representada por nueve futbolistas. El juego del Barça de Messi es aplaudido hasta por Pelé. Aunque su carta de naturaleza es inequívocamente catalana y La Pulga le da una genética argentina, los azulgrana tienen también una vena brasileña y la competitividad de los alemanes: han ganado 10 de las 11 finales jugadas con Guardiola. "El Barça nos ha enseñado a jugar al fútbol", concluyó Neymar, aturdido por la actuación talentosa del rival. Hay tristeza en el Santos. Continúa la felicidad en el Barcelona.
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