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Crítica:danza | críticas
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Referencias al dibujo del gran arquitecto

Coincidiendo con el 104 cumpleaños del arquitecto Óscar Niemeyer (Río de Janeiro, 1907), la bailaora y coreógrafa sevillana María Pagés trae al teatro Español su última creación inspirada en la obra de este renombrado hombre de grandes proyectos. La escenografía está liderada por tres filamentos que cuelgan y ondulan hasta sugerir el perfil de sus construcciones o de la propia ciudad de Río, y arropan una sucesión de bailes, algunos más afortunados que otros, aparentemente conectados por la idea sumaria de la arquitectura, pero en realidad cada uno concebido como una célula.

Se acercan esas líneas móviles a los bocetos de trazo grueso que suele hacer el propio Niemeyer, como los que adornan los vestíbulos del auditorio de Ravello, su última y ejemplar gran obra en Europa. María Pagés abre la función con un baile ecléctico y modernizante, enfundada en estrechos pantalones negros y en silueta, a contraluz. Luego una farruca y así hasta llegar a la Guajira, una muestra más de su fuerte heterodoxia.

UTOPÍA

Coreografía, escenografía y vestuario: María Pagés; farruca: José Barrios; música: Rubén Lebaniegos, Fred Martins, Isaac Muñoz y José Carrillo; luces: Pau Sullana. Teatro Español. Hasta el 30 de diciembre.

De su vestuario destaca un traje rojo donde emula las imágenes modernistas de Loie Fuller con su ondular de telas hasta conseguir fijar en el espectador un imaginario escultórico de sucesión armónica, curvas que luego, si se quiere, tienen que ver con su particular manera de entender el braceo en los bailes de tradición, un estilo propio del que abusa pero que da sello a su personalidad escénica.

El cuerpo de baile está formado por elementos bien entrenados vestidos en tonos de gris y muy cercanos a la indumentaria de faena con ciertos fruncidos y plieguecillos; ellos arropan a la solista y enlazan las escenas con un fuerte trabajo de zapateado, lo que, aún en su propio valor, debe ser balanceado. Se percute y se atrona el suelo hasta limitar las figuras que componen el baile en su conjunto.

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