Si las costuras hablasen
Una artista de EE UU culmina en el Gaiás la creación colectiva de tres trajes sonoros
Los trajes de Alyce Santoro tienen voz. Si los peinas con el cabezal de un viejo walkman destartalado, cantan como cetáceos. Están hechos de cinta magnetofónica y poliéster. El que abraza mientras posa para el fotógrafo en la Cidade da Cultura de Santiago, por ejemplo, debería sonar a Franc3s o a Nadadora o al cuarteto Caramuxo. Antes de convertirla en hilo y cruzarla con fibra sintética para confeccionar el tejido, la artista norteamericana graba la cinta. La dota de contenido y memoria. El cabezal, sin embargo, no devuelve los estribillos de los grupos gallegos que han participado con sus composiciones en esta experiencia, sino algo más parecido a una psicofonía. Ruinas. Espectros. "Es ruido", aclara Julio Gómez, "pero es único". El vigués lleva en la corbata un pedazo del pánico que se mascaba en el metro de Nueva York después del 11-S. Faltan unas líneas para entenderlo.
La tela se hizo con cinta magnetofónica de grabaciones de grupos gallegos
La diseñadora empezó a registrar los sonidos de Nueva York tras el 11-S
El ciclo Ruído de fondo, organizado por el colectivo Sinsal, al que pertenece Julio Gómez, clausuró ayer su primera edición en el Gaiás con la presentación en sociedad de tres trajes sonoros. Alyce Santoro elaboró la materia prima: casi treinta metros de Sonic Fabric, la tela que creó a partir de grabaciones de un puñado de artistas gallegos. Berrogüetto, Omega, Maryland, Marful, Ugia Pedreira, Fred Martins, Pel de Noz, y así hasta sesenta formaciones. Cuatro minutos cada una, cuatro horas de sonido. Para completar el pedido mínimo que se necesitaba para poner en marcha la pequeña factoría con la que Santoro suele trabajar, se abrió la convocatoria a otros creadores que también quisiesen grabar su propio género. Entre otros, se apuntaron Devo y Brian Eno.
Las prendas tampoco las ha confeccionado Alyce Santoro. Se encargaron tres diseñadores jóvenes gallegos: Adrián Rivas, Antonio Santos y David del Río, los ganadores del desfile Debut 2011 de la Escola Superior de Deseño Téxtil e Moda de la Universidad de Vigo. En cuanto se desembarazaron de sus proyectos finales en la escuela, se pusieron a ello con el tiempo justo. Lo consiguieron. Ayer, sus trajes se tocaron -literalmente- en la clausura del ciclo, con música en directo, visuales y una pieza de danza contemporánea preparada por Ángela Blanco. ¿Qué será ahora de esos diseños? "Buena pregunta", replica Julio. "Esperemos que se queden y se expongan aquí". El Gaiás abre este viernes Inside, una muestra colectiva comisariada por Rafael Doctor.
Alyce Santoro creció rodeada de cinta magnetofónica junto a un lago de Nueva Jersey, donde nació en 1968. Los marineros la usaban para leer la fuerza y la dirección del viento. "Cuando era niña, imaginaba que el aire era capaz de reproducir las casetes favoritas de mi padre, y que si él soplaba fuerte, se podía escuchar a Cat Stevens o a los Beatles", explica a la velocidad de un walkman rebobinándose minutos antes de comenzar su último taller en el Gaiás. "Luego descubrí las banderas de oración en las que los monjes tibetanos dibujan sonidos que luego el viento activa dispersando esa vibración positiva. Pensé que sería fantástico poder hacer una tela con sonido".
Durante dos años, Santoro fue acumulando cintas y cintas vinculadas a su propia memoria. Poesía, canciones, paisajes sonoros, incluso grabaciones de la banda de punk en la que tocaba cuando era adolescente. Poco a poco, iba tejiéndolas a mano. "El punto quedaba demasiado suelto, y daba muchísimo trabajo. Un amigo me sugirió la idea de combinar la cinta con algodón, y el resultado fue espectacular. Ya tenía mis dos primeros retales. Lo que no se me había ocurrido era hacerlos sonar". El material reunía dos atractivos adicionales a ojos de la artista. Primero, era barato, abundante y para entonces se había vuelto obsoleto como soporte, así que podía reciclarlo y trabajar con él sin llenar "todavía más" de basura el mundo. Segundo, era pura física: "Todo es vibración".
Después de los atentados contra las Torres Gemelas, Alyce Santoro se mudó a Nueva York y empezó a registrar paisajes sonoros en todas partes: en el metro, en los parques, en la calle. Al cabo de dos años, hizo un collage con todos esos sonidos y lo tituló Between stations. "En aquella época, cada vez que el metro se paraba en un túnel y se apagaban las luces del vagón, pensabas que era otro ataque. Tenías que estar preparado para el final. Nuestra vida estaba en crisis. Grabé todo eso y lo convertí en tela, y con ella confeccioné pequeñas prendas, como corbatas, cargadas de memoria". Lo que cuelga del cuello de Julio Gómez es el espectro de ese pánico.
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