¿Desaparecerá el Valle de los Caídos?
La imagen de Ramón Jáuregui, ministro de la Presidencia en funciones, presentando a la prensa las conclusiones de la comisión de expertos en las que se proponía que se convirtiera el Valle de los Caídos en un monumento a la reconciliación nacional, es una de las imágenes más expresivas de lo que ha sido la última legislatura del PSOE: ocurrencias disparatadas y fuegos de artificio.
Soy un militante antifranquista. Estuve por ello más de tres años en la cárcel y durante toda mi vida, que ya es larga, jamás me acerqué al Valle de los Caídos porque siempre fue para mí el paradigma de la dictadura franquista, el representante de la represión, el horror arquitectónico y político. ¿Cómo algo así puede convertirse, por ser una ocurrencia de Zapatero, en un lugar de reconciliación y de memoria compartidas? Eso sí, siempre que la Iglesia lo permitiese.
Supongo que defender que se dinamite es una barbaridad, pero Santos Juliá en su artículo del domingo pasado en EL PAÍS me abría una ventana a la esperanza, informándome de que el edificio está en ruinas.
Benditas ruinas, con el permiso de la Santa Madre Iglesia, si sirven para que desaparezca esa monstruosidad arquitectónica, si sepultan por fin ese atentado a la democracia y a la memoria de tantos que dieron su vida por luchar contra el franquismo.
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