Un 'jeff koons' sobre el minibar
Los hoteles se mezclan con el arte contemporáneo para atraer clientes
Es una vieja aspiración de la nueva hostelería: dar al cliente todo lo necesario para que sobren los motivos para no abandonar la habitación. Empezaron por la carta de almohadas, siguieron por los restaurantes con estrellas michelin y continúan con el afán por convertir al hotel en centro de peregrinación para los amantes del arte contemporáneo. Y ya se sabe que este y las tendencias caminan de la mano. Fachadas interactivas, habitaciones personalizadas y entornos fantásticos firmados por algunos de los artistas más punteros del mercado forman parte de esta revolución.
Algunos, como el hotel Meridien de Barcelona, avanzadilla artística de la multinacional, tienen hasta comisario. La compañía ha encargado a Jerome Sans, uno de los fundadores del Palais de Tokio de París y actual director del Centro Ullens de Pekín, un programa que va mucho más allá de la clásica sucesión de horrendos cuadros colgados en las habitaciones. Convencido de que la primera impresión es la que cuenta, Sans ha programado una serie de instalaciones site specific para el vestíbulo del hotel. Bajo el nombre Arrival Art Work, se encargan de dar la bienvenida a los huéspedes. La primera es un googlegrama del fotógrafo Joan Fontcuberta, unas piezas que el flamante premio Nacional de Ensayo realiza capturando y ensamblando imágenes del buscador.
Además de diseminar por el hotel obras plásticas y audiovisuales, como la lograda intervención para la escalera de Jaume Amigó o la gran pantalla que acoge un loop de videoarte, se han encargado obras sonoras compuestas por el alemán Markus Kreiss, fundador de la TV Souvenirs from earth. Tal es el caso de la pieza creada para los ascensores, que cambia la clásica melodía de hilo musical por sonidos tomados de la Rambla, del mar o de una hoguera (!). Por último, para aumentar la familiaridad de sus clientes con el arte, con la habitación se obtiene una entrada gratuita al Macba.
El ejemplo barcelonés es solo el último en sumarse a la fiebre del hotel artístico, cuyo primer promotor acaso fuera el creador alemán Lars Stroschen y su Propeller Island City Lodge (www.propeller-island.de) en Berlín. En su propia definición: "Una obra de arte habitable". Hay cuartos realmente sorprendentes: con el mobiliario colgado del techo, con sarcófagos, totalmente forrados de espejos, hechos a la manera de un castillo de cuento o parecidos a una prisión. Son espacios tan insólitos que las autoridades obligan a dar a los huéspedes ¡un manual de instrucciones de uso para cada cuarto!
No es el único ejemplo berlinés: el Arte Luise Kunsthotel (www.luise-berlin.com) no solo ofrece una amplia gama de propuestas estéticas, sino que permite que los artistas reciban un porcentaje por cada huésped de las habitaciones que ellos diseñaron.
No hay noticias de un reparto tan justo en las cuentas del hotel Fox de Copenhague (www.hotelfox.dk). Un establecimiento que destaca, con todo, por haber involucrado en su construcción una plantilla de jóvenes diseñadores gráficos, escultores, fotógrafos, animadores y artistas de grafiti, entre los que destaca Boris Hoppek, a los que dio carta blanca. El resultado, ecléctico y sorprendente, abarca del manga japonés para adultos a los cuentos infantiles, pasando por monstruos amistosos y personajes fantásticos.
Aunque el ejemplo que más en sintonía se mueve con el último arte contemporáneo, más conceptual que plástico, es el Sandton Hotel De Filosoof de Ámsterdam. Sus habitaciones reproducen ideas de las obras de grandes filósofos: el erotismo y la sexualidad de Georges Bataille, la filosofía del lenguaje de Wittgenstein, la ética, el misticismo y la obsesión por la naturaleza de Henry David Thoreau o la Clouds Room, dedicada a Sócrates, Aristófanes y el pintor surrealista Magritte.
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