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Columna
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Salir de la crisis

La evolución de las economías gallega y española es muy similar, con cifras algo peores para la primera desde hace unos cuantos trimestres. En conjunto, un crecimiento muy débil en 2011, con tendencia a empeorar. La cosa no pinta bien para 2012. Para entender la situación hay que fijarse, sobre todo, en los diversos vectores de demanda existentes: consumo, inversión, gasto público y sector exterior. Lo que nos estaba ayudando en los últimos trimestres era este último. Las exportaciones y la entrada de turistas extranjeros se estaban comportando bien, de la mano de la mejora económica en la Unión Europea (UE), nuestro principal mercado. Ese avance se ha evaporado y nos enfrentamos de nuevo a un futuro preocupante. Y lo peor es que lo que podemos hacer desde España y desde Galicia en este frente no es mucho.

Nuestro horizonte es mejor que el de Cataluña o Castilla-La Mancha. Pero con eso no basta

Lo primero que necesitaríamos es ralentizar la vuelta al déficit del 3% al menos un par de años. No existen fundamentos técnicos para justificar el retorno a esa cifra en 2013 y no en 2015. Los actuales recortes del gasto no son la medicina apropiada, como insistía Joseph Stiglitz hace unos días en A Coruña invitado por la Fundación Barrié, que, dicho sea de paso, puede convertirse en breve en el soporte principal del mecenazgo científico en Galicia, por méritos propios y deméritos ajenos. El problema es que tomar esa decisión de forma unilateral generaría unos costes enormes en términos de credibilidad y confianza. Sería incluso peor que lo que ya tenemos. Debe ser la UE la que avale el cambio de estrategia. El bajo nivel de deuda pública en términos comparados y el compromiso inequívoco con la responsabilidad fiscal nos acreditan. Al mismo tiempo, los países de la UE con más margen por su posición fiscal actual deberían utilizarlo para animar la demanda.

En cuanto al consumo e inversión del sector privado, lo que desde luego no ayuda son las dificultades de acceso al crédito y las rebajas salariales. Si la renta de los hogares cae, no veremos aumentar el consumo, sobre todo si los préstamos se conceden a cuentagotas y a alto coste. En ese sentido, la rebaja de tipos de interés por parte del Banco Central Europeo (BCE) no sería suficiente. Hay que aminorar sustancialmente la prima de riesgo que está pagando la economía española. La compra de deuda por parte del BCE y los avales de la UE, en forma de eurobonos o soluciones análogas, son los instrumentos. Eso debería rebajar la factura por intereses de la deuda pública y facilitar la financiación de empresas y hogares. En todo caso, esto puede no ser tampoco suficiente. Las cañerías del crédito en España están atascadas. Ayudar a desatascarlas debería ser una de las prioridades del nuevo gobierno.

¿Y las reformas estructurales? Desde luego son importantes. Pero claramente insuficientes si nos olvidamos de la demanda. Por ejemplo, otra reforma laboral, por agresiva que sea, tendrá escasos efectos si las perspectivas de demanda de los empresarios no mejoran. Por tanto, si en la UE están realmente interesados en ayudarnos, a nosotros y a otros muchos países, lo que deberían es adoptar un enfoque menos dogmático del rigor fiscal.

En este escenario general, lo que puede hacer la Xunta es muy limitado en el terreno del impulso a la demanda. Pero es mucho más en lo que se refiere a las políticas estructurales: logística, suelo, innovación, formación, intermodalidad, internacionalización... Ya lo he escrito más de una vez: cuesta ver el enfoque global de la política económica de la Xunta actual. Es verdad que tiene menos dinero. Pero existen cosas que no cuestan mucho y que se podrían hacer. O cosas que se están haciendo, pero se podrían hacer de otra manera. Hay que valorar positivamente que la seriedad en la presupuestación y la ejecución del gasto de la Xunta nos sitúen ante un horizonte a corto plazo significativamente mejor que el de la Generalitat o la Junta de Castilla-La Mancha. Pero con eso no llega. No llega.

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