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Crónica:COPA DAVIS | Falta un día para la final: España-Argentina
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una lucha de egos

Los extenistas argentinos Clerc y Coria analizan la presión que sufre la selección de su país, obsesionada con un trofeo que no ha ganado nunca y víctima del enfrentamiento personal entre Nalbandian y Del Potro

Sobre la tierra roja del estadio de La Cartuja no hay una tragedia. Solo, tenistas que visten la camiseta albiceleste. Bajo esta, sin embargo, hay corazones rotos por la tensión, jugadores que compiten arrastrando los grilletes de una deuda histórica. Argentina busca ante España su primera Copa Davis luego de tres finales perdidas (1981, 2006 y 2008). Resuenan los martillos de los operarios y el sonido de sus golpes acompaña a David Nalbandian y Juan Martín del Potro, los líderes que perdieron la ocasión de cerrar la herida en Mar del Plata, en 2008, cuando España asaltó el título por primera vez a domicilio. El tambor de guerra de egos persigue desde entonces a ambos. Nunca, jamás, dicen quienes conocen las entretelas del vestuario, jugaron dos tenistas bajo tanta presión.

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"Todos tuvimos esa presión", cuenta por teléfono José Luis Clerc, exnúmero cuatro mundial. "Con [Guillermo] Vilas era mucho más. Se paraba un país desde la primera vuelta, como cuando juegan los del fútbol. Hoy lo hace en la final", añade. "De lo único que se va a hablar este fin de semana en Argentina es de la Davis. Ojalá puedan traer la Ensaladera. Yo la añoro como exjugador. Nos la merecemos. Los españoles ya la ganaron muchas veces [cuatro]...", dice Clerc antes de recordar el ambiente que vivió su país en la gran ocasión perdida: "La prensa, la gente en la calle, me decía: 'Ya ganamos'. Yo les contestaba: '¡Pero si todavía no jugamos!'. Eso es mucha presión, muchísima".

"La verdad", dice Guillermo Coria, exnúmero tres, "es difícil explicar cómo Argentina nunca pudo ganar. Mar del Plata sirvió de experiencia y creo que nunca más pasará lo mismo. Es el trabajo del capitán saber llevar bien el vestuario, pero lo más importante es tener jugadores que tiren para el mismo lado. Hoy están todos unidos".

El fantasma de la pelea de gallos persigue a un equipo capaz de tumbar en las semifinales a la Serbia de Novak Djokovic. ¿Por qué tanta acidez en un grupo que alinea a un campeón de un torneo del Grand Slam (Del Potro, Abierto de Estados Unidos) y un finalista de Wimbledon (Nalbandian)? "En Argentina, la Davis es algo esencial porque es casi lo único que queda por ganar, la gran asignatura pendiente", cuenta Sebastián Fest, autor de Enredados, un libro que retrata los entresijos de la derrota de 2008. "España vino sin Rafael Nadal y Argentina jugó en casa cuando las otras dos finales fueron a domicilio. En vez de que eso fuera un acicate, cada uno falló en algo esencial. Fue la tormenta perfecta. Se desató una lucha de egos, poder y dinero".

Esta es la lista de esos pulsos internos. "Del Potro salva para Argentina las semifinales con Rusia y... empieza la discusión sobre el reparto de premios", argumenta el autor; "él ganaba la quinta parte que Nalbandian en las previsiones para la final. El padre de Del Potro, sin embargo, le hace saber a la federación y al entorno de Nalbandian que ya no puede ser así. Eso desata una lucha".

¿Más? "Hay lucha también por la sede. Nalbandian la quiere en Córdoba. El Gobierno de Buenos Aires pone mucho dinero para que sea en Mar del Plata. Eso le cae muy mal a Nalbandian, que llega a amenazar con no jugar", sigue; "luego, Del Potro llega de la Copa de Maestros, de Shanghái, y se encuentra una superficie ideal para Nalbandian, pero no para él. La cancha se pinta, se despinta, se le agregan capas y se le quitan. El mismo equipo no sabía qué quería. El capitán [Alberto Mancini] no impuso su criterio. Fue débil".

Tito Vázquez, el nuevo capitán, opera en un escenario complejo. Enfrente tiene a España, un adversario temible. En su caseta, a dos jugadores magníficos que no son amigos: desde 2008, Nalbandian y Del Potro solo han coincidido una vez en el equipo.

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