Loewe brinda por los 50
La firma de moda celebra el medio siglo de la llegada a Bilbao con su director creativo - La tienda sigue desde su apertura en Moyúa
Las mejores tiendas de ropa y complementos de Bilbao se concentraban en los años sesenta en las calles del Casco Viejo y en la Gran Vía. Eran los tiempos de Las Chanfradas, Al mundo elegante, la sastrería Cardenal y los bolsos de piel de Agustín, que se repartían la reducida clientela con capacidad para pagar calidad y elegancia. En diciembre de 1961 la oferta subió varios peldaños de golpe con la apertura en el número 39 de la Gran Vía, a la altura de la plaza Moyua, de una tienda de Loewe, una marca de nombre extranjero para marroquinería española de lujo. Bilbao era la tercera ciudad en contar con una boutique de la firma, tras las de Madrid y Barcelona.
Loewe celebrará esta tarde en la tienda de Bilbao su 50º aniversario con una fiesta en la que su hitoria se recordará a través de fotografías. Entre los invitados estará el británico Stuart Vevers, director creativo de la firma, integrada desde hace dos décadas en el grupo francés LVMH (Louis Vuitton y Moët Hennessy).
La 'boutique' de la capital vizcaína fue la tercera de la marca en España
"Es el lujo de la forma de trabajo artesanal", asegura su exdirectora
"Cuando Loewe llegó a Bilbao ya había un público que conocía los bolsos y las prendas de napa de la casa madre de Madrid. La acogida fue muy buena porque despertó una curiosidad tremenda", recuerda Inés Miján, exdirectora de Loewe en Bilbao. "La esencia de los productos Loewe sigue siendo la misma: es el lujo de la forma de trabajo artesanal".
Sabe de lo que habla porque por sus manos pasaron los célebres pañuelos de seda natural, bolsos, maletas, guantes, paraguas, cinturones, llaveros, carteras y perfumes con el anagrama de las cuatro eles de la firma durante cuatro décadas. Las piezas se enmarcaban en la arquitectura interior y el mobiliario diseñado por el arquitecto Javier Carvajal. Medio siglo despúes, las sillas originales de Carvajal siguen en la tienda, lo mismo que se mantiene tal como era cuando abrió el relieve de cobre y bronce de la fachada, a pesar de la reforma integral a la que se sometió todo el espacio hace ahora 17 años.
Retirada desde 2000, Inés Miján no ha olvidado su vocación de vendedora y la obligación de mantener una exquisita discreción sobre la clientela. "Soy muy fenicia", bromea. "Me encanta vender y transmitir al cliente el deseo de comprar". Algo más que el espíritu de comerciante le ayudó a ganarse a la clientela desde la apertura: "la empresa daba una formación extraordinaria. No se puede vender bolsos de esa categoría sin tener toda la información y un estilo para acercase al cliente y hacerle sentirse bien recibido".
También aprendió fórmulas para las épocas de crisis. "Si bajan las ventas se agudizan los sentidos", resume. "Compre o no compre el cliente debe ser el niño mimado. Ganarse su confianza es siempre una buena inversión".
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