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Esta cifra enigmática no es el título de una novela de Orwell o de Murakami. Tampoco de una película retro. Ni tan siquiera la celebración de aquellos tiempos en que los españoles disfrutaban de una reina de 14 años. Es el número de camas que el Ayuntamiento de Madrid ha dispuesto para acoger a los sin techo durante este invierno. El aumento, todo hay que decirlo, no ha sido proporcional a la cantidad de gente que se ha quedado sin casa durante el año pasado, pero la novedad más elogiable es que se han abierto algunas plazas anexas a un centro de protección de animales, para que algunos indigentes con mascota puedan encontrar refugio compartido.
Son cifras con contenido, en lugar de tantos y tantos titulares dedicados a cifras abstractas, a baremos monetarios que nublan la cruda realidad cotidiana. Anotemos que, según el Consejo General del Poder Judicial, el año pasado en España se produjeron 93.636 desahucios. Y solo en Madrid se calcula que este año en curso se han alcanzado los 25 desahucios al día. Escribir la expresión "25 desahucios al día" y continuar el relato como si tal cosa puede delatar que nuestros sentimientos se han petrificado. Pero no es así. Entregados como estamos al rendimiento numérico, a convertir la realidad en una batalla de cifras, lograr llevar a cabo 25 desahucios al día significa todo un homenaje a la velocidad. Si alguno se queja de que no puede superar los 120 kilómetros por hora en autopista y eso atenta contra su libertad personal, que se consuele pensando la intensidad con que su país fabrica gente sin techo.
Por más que los profesores madrileños de matemáticas hayan quedado tras su batalla contra las autoridades comunitarias retratados como unos vagos, proscritos e indecentes antisistema, seguro que nos podrán echar una mano para llegar a las conclusiones precisas. No hace falta ser una azafata del Un, dos, tres para sospechar que a 25 desahucios por día, y habiendo aumentado la dotación de camas en albergues de la capital con el increíble número de tres, arrojará un balance bastante espeluznante. Así que, puestos a tomar medidas, y urgidos a recortar gastos sociales, lo más práctico será suprimir a los profesores de matemáticas.
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