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Reportaje:

El jugador coruñés

La eclosión de Juan Domínguez evoca un estilo de futbolista de amplio calado en el Depor

Durante las semanas que siguieron al descenso del Deportivo se vio al presidente Augusto César Lendoiro especialmente preocupado por marcar distancias con el pasado más inmediato, por anunciar que el regreso a Primera era imperativo, pero también por retomar un estilo agradable a los ojos del espectador.

Lendoiro, que con la chequera tiesa acaricia la idea de que a cinco años vista la mitad de la plantilla salga del vivero de Abegondo, habló en varias oportunidades del "jugador coruñés", un perfil futbolístico que tiene continuidad en el tiempo con una tipología muy concreta. El jugador coruñés es frío y cerebral, técnico, con un punto indolente, pero la suficiente fiereza para encararse si es menester con la grada, combinativo, pelotero. La leyenda nació con Chacho y continuó con tipos como Rodolfo Rábade, Manolo Lechuga, Luis Suárez, Amancio Amaro, Jaime Blanco, Manolo Loureda, Carlos Pellicer, Pepe Pousada, Jaime Agulló o Marcos Vales.

La grada de Riazor tampoco premió el talento de los medios sin garra

Fran pudo haber entrado ahí por clase y talento, pero visceral y competitivo, eligió otro camino para hacer historia. José Luis Vara, que lo tenía todo para ser grande, lo hizo a veces. Ahora a aquel perfil le da continuidad Juan Domínguez, en quien los más veteranos ven el tranco de Agulló y la sutileza de Rábade, un virtuoso al que la tuberculosis cercenó su progresión. Eumés de nacimiento y naronés de adopción, a Domínguez se le ha esperado durante los últimos quince meses después de que Lotina anunciara que había jugador. Parece que por fin ha llegado, autor de un gol contra el Almería, decisivo en Elche, sólido contra el Celta.

"Es muy bueno, es ese tipo de jugador que nunca juega mal, que no pierde el balón. Da gusto jugar a su lado", reflexiona Álex Bergantiños, vecino de la Sagrada Familia, no exactamente un "jugador coruñés", pero vinculado a Domínguez por su origen fabrilista y "la ilusión desde siempre de jugar en el Deportivo".

"Mi estilo de juego era calculador. Nunca me partí el pecho por un balón que sabía que no era para mí", explicó en su día Eduardo González Valiño, Chacho, vecino de la Cuesta de San Agustín, goleador de pre y postguerra, autor de seis goles en un partido de la selección española contra Bulgaría, plusmarca que jamás se ha vuelto a igualar. El ripio de la grada "¡Ay, Chachiño, si tu quisieras!" pervive como un modo de entender el fútbol, el que por ejemplo mostraba Luis Suárez y llevó a Martínez Rumbo, presidente que le vendió al Barcelona, a asegurar que había hecho un buen negocio, que aquel estilo no le gustaba a la gente, ávida de demostraciones de casta. "Fue una suerte irme porque tuve las oportunidades que otros compañeros que se quedaron no tuvieron", reflexiona el único Balón de Oro español. A Suárez la grada le abucheaba por su frialdad. Pero el todavía hoy insiste: "Con calidad se puede triunfar en cualquier parte".

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Sobre Manolo Lechuga escribió el semanario Riazor : "un extraordinario jugador al que el público tiene que ir comprendiendo". A Agulló, famoso por aquel libre directo repetido con acierto ante el Recreativo, le llamaban "pantera rosa", por su trote, similar al de Domínguez, oteadores de tronco erguido. De Marcos Vales, también de su padre Pepe, se recuerda su poco afecto por el oficio, su clase desparramada y su apariencia gélida, un porte que en muchos momentos sólo es una impresión. "En el descanso del partido de Elche le pedí a Juan Domínguez que no se limitara a hacer dos pases horizontales", recuerda el técnico José Luis Oltra. El consejo surtió efecto: el canterano, tantas veces criticado por su timidez sobre el césped, pidió la pelota y ofreció 20 minutos excepcionales. "No le reclamo que meta goles como contra el Almería, pero sí que aparezca, tenga la pelota y nos dé criterio, que desequilibre desde la segunda línea, enlace y combine con todos, no sólo con Valerón", resume Oltra.

Valerón no es coruñés pero podría serlo. Hay una conexión de la sutil escuela canaria con el Deportivo, donde se disfrutó de futbolistas como Hilario Marrero o Trona, un centrocampista canarión que en los setenta llegó ya de vuelta y andando dictaba magisterio en la medular. Ídolo de Domínguez, Valerón ejerce cierta tutela sobre el chico y no es complicado verles intercambiar confidencias. "Al principio me sentía un poco atenazado cambiándome a su lado en el vestuario", reconoce el joven centrocampista, lanzado a la arena por Lotina, el mismo que con cierta imprudencia en las formas dejó alguna duda sobre la condición física del futbolista y sobre su capacidad para que un remate suyo desde fuera del área llegara a la portería.

Lo cierto es que Domínguez dio la impresión de sufrir durante meses para adaptar su físico a la exigencia del fútbol profesional, por más que ahora lo desmienta. "Soy el mismo que hace cinco meses, lo que ocurre es que la continuidad y los minutos te dan fondo y ritmo", defiende. El pasado viernes tras su exhibición contra el Almería le inquirieron sobre si había sido su mejor partido como deportivista. "Me preguntaron lo mismo hace quince días después de jugar contra el Celta", replicó. Quizás en adelante la pregunta se convierta en algo recurrente.

El jugador del Deportivo Juan Domínguez dispara a puerta en un partido contra el Almería, el pasado viernes.
El jugador del Deportivo Juan Domínguez dispara a puerta en un partido contra el Almería, el pasado viernes.JESúS SANCHO

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