Mordaz y melancólica
El libreto de Ferretti musicado por Rossini eliminó los componentes fantásticos del cuento de la Cenicienta y situó la historia bajo la óptica racionalista del siglo XVIII. En la producción (Pésaro, 1998) de Luca Ronconi que ha repuesto ahora el Palau de les Arts, se mantiene esa perspectiva ilustrada y mordaz. Pero reintroduce al tiempo la fantasía inherente al relato de Perrault (en este caso, la cigüeña transportando a la protagonista de la chimenea pobre a la chimenea rica). Como contrapunto, un tono melancólico que parece restarle credibilidad al final feliz, algo muy oportuno en los tiempos que corren. A esa melancolía subyacente contribuyó también el enfoque que Serena Malfi dio al papel protagonista. Hábil, aunque todavía no maestra, en la endiablada coloratura del personaje, parecía sentirse más cómoda en los pasajes de legato expresivo que en los de cariz brillante y ornamental. Tiempo habrá, en cualquier caso, para perfeccionar lo uno y lo otro: tiene tan solo veintiséis años. Dmitri Korchak (Don Ramiro) no consiguió redondear las agilidades y dio demasiados agudos estridentes: gustó mucho más en el estupendo Lenski del pasado enero (Yevgueni Oneguin). Paolo Bordogna entusiasmó al público con su Don Magnífico -aun con el timbre más claro de lo deseable para el papel- cantando a velocidades de vértigo. A Mario Casi (Dandini) no le corría tan ligera la voz. Cumplieron muy bien Mª José Moreno, Cristina Faus y Simon Lin.
LA CENERENTOLA
De Rossini. Dirección musical: Michele Mariotti. Dirección escénica: Luca Ronconi. Solistas vocales: Serena Malfi, Dmitri Korchak, Paolo Bordogna, Mario Casi, Mª José Moreno, Cristina Faus y Simon Lim. Orquesta y Coro de la Comunidad Valenciana. Palau de les Arts, Valencia, 22 de noviembre de 2011.
La orquesta fue conducida de forma minuciosa, delicada e impecable por el joven Michele Mariotti, capaz de controlar las sutiles marañas que plantea Rossini en los números de conjunto. No olvidó que la primera obligación de un director es ajustar a todos los músicos que tiene delante, lográndolo en casi toda la partitura. Es algo que se agradece siempre, que resulta indispensable en Cenerentola y que, por otra parte, escasea últimamente en Valencia. Sólo sobre tales cimientos, los aspectos de fraseo, color y equilibrio cobran su significado. Pudo faltarle a veces la chispa centelleante y la homogeneidad que requieren los crescendi del compositor de Pésaro, pero, con todo, sorprendieron los muchos quilates de su labor.
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