"Creo visiones de futuro, pero predecirlo es inútil"
Brian David Johnson está acostumbrado a ejercer su trabajo entre plato y plato, porque la profesión de futurólogo le conduce a constantes viajes para hablar sobre las expectativas y ansiedades que genera la revolución tecnológica. "Apenas paso tres días al mes en mi oficina de Portland (Estados Unidos)", explica el experto de Intel, principal fabricante de esos minúsculos cerebros llamados microprocesadores que se esconden en nuestras computadoras.
La cita en un céntrico restaurante de Londres coincide con el 40 aniversario de su lanzamiento al mercado, pero la mente del tecnogurú mira a 10 años vista, a cómo la irrupción de los teléfonos inteligentes, tabletas y toda suerte de artefactos acabarán perfilando nuestra vida cotidiana. "Me dedico a crear visiones del futuro, no a hacer predicciones que son inútiles, pues implicarían que ese futuro ya está establecido. Y eso no es cierto: tenemos o deberíamos tener el control para decidirlo".
El futurólogo de Intel no cree que móviles y tabletas 'maten' al ordenador
Si la carta del establecimiento, exhibe la sofisticación de la cocina británica actual, lo que captura su atención es la remolacha que acompaña a la mozzarella. "Soy un chico de campo", rememora sobre su infancia en el pueblo granjero de Marshall (Virginia), antes de recalar en el mundillo publicitario neoyorquino y en el desarrollo de proyectos de televisión interactiva. Sobre la última década de trabajo para Intel resume: "La tecnología no me sorprende, pero sí el uso que la gente hace de ella". A principios del milenio, por ejemplo, "creía que el futuro del entretenimiento estaba en la televisión a la carta, sobre todo en las películas, pero nuestras pruebas revelaron que ya entonces los usuarios reclamaban una plataforma que combinara la televisión con el uso personalizado de Internet".
Por eso "el factor humano es el punto de partida para planear el futuro" y dilucidar hacia dónde se encaminan nuestras necesidades y gustos. Una vez creado el hardware y software de los nuevos artilugios, se pregunta "cómo conseguir que capturen la imaginación de la gente". Busca la respuesta en sus contactos con Gobiernos, empresas, universidades y consumidores: "Más rápido, pequeño y barato ya no es suficiente. Debemos entender qué queremos hacer con esa proliferación de aparatos".
El futurólogo sabe ganarse la complicidad de sus interlocutores. Arranca una sonrisa a la camarera cuando acepta la sugerencia del Chateaubriand y propone compartir la carne a dos, mientras habla sobre "la cultura de miedo", a que las máquinas acaben secuestrando nuestro mundo: "La tecnología es una herramienta que solo tiene sentido si está a nuestro servicio". A tantas familias preocupadas porque sus hijos parecen incapaces de comunicarse con otras personas "les pregunto si ven la tele cuando se reúnen para cenar. Es necesario crear reglas sociales con la tecnología, al igual que se ha hecho con la televisión".
El móvil depositado sobre la mesa ha sido su soporte para escribir varios relatos de ciencia ficción y otros libros sobre la revolución tecnológica. ¿Será el ordenador personal una pieza extinta en el 2020? "La gente quiere elegir, no a todo el mundo le gusta usar el mismo aparato en el autobús y en casa. Creo que en la próxima década no veremos cambios radicales y se asentarán las tendencias de los últimos años". Su ajetreada agenda roba el tiempo para el postre.
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