Tras la calamidad
Al poco del triunfo socialista en las legislativas de 2008 algunos analistas, recuerdo ahora a J. Santamaría, advirtieron que los resultados no eran buenos ni para el PSOE ni para la izquierda en general: se había entregado el dominio del electorado centrista al Partido Popular y promovido una política de adversarios que llevaría a la derrota si el "voto del miedo" se agotaba, cosa previsible. Entonces no se podía prever el impacto de la crisis y de su recrudecimiento, pero el análisis señalaba que el rumbo del Sr. Rodríguez Zapatero era erróneo. Aún recuerdo lo mal que sentó a un grupo distinguido de militantes del PSPV-PSOE que dijera algo parecido a pocas semanas de las elecciones. La historia ha dado la razón a los agoreros: el PSOE ha tenido el peor resultado de su historia reciente, está casi exactamente en la posición de Alianza Popular tras las elecciones de 1986.
Si la situación es difícil para el PSOE es desesperada para el PSPV y aún puede empeorar
Ese resultado no se explica por una explosión de voto a favor del Partido Popular, que ha crecido en algo más de medio millón de votos (en números redondos algo así como el 1,6 %), sino por la implosión del voto socialista, que ha venido a perder algo más de cuatro millones trescientos mil votos, en unas elecciones con una participación dos puntos más baja y una suma total de abstencionistas suplementarios y cualificados de algo más de tres puntos (3,07). Con la consecuencia de una reducción drástica del grado de dominio de los dos mayores, que ha caído diez puntos (10,36) y 27 escaños. Como el PP le saca más de 15 puntos al PSOE (15,14) en el escenario se abre la puerta a un sistema de partido dominante en beneficio del Partido Popular.
Aquí las cosas son algo distintas: sigue habiendo una participación mayor que la media, aunque ha caído más fuertemente que esa media (3,35 puntos, 1,14 por encima de aquella), pero el Partido Popular ha caído en apoyo electoral en veintisiete mil votos, cosa que la caída de la participación oculta, creciendo en casi dos puntos sobre votos a candidaturas. El PSPV pierde más de cuatrocientos mil votos, que los partidos de izquierda no recuperan, aun cuando sumemos el progresivamente centrista UPyD (IU, UPyD y Cm suman solo 316.865 votos, casi ciento cuarenta mil menos que la pérdida socialista), y, por supuesto, explosionan los partidos menores, que multiplican por tres sus apoyos electorales vistos en conjunto. En resumen, el PSPV pierde 14,26 puntos sobre votos a candidaturas, en tanto que las minorías suben 12,41 y el primero cae por debajo de la mitad del resultado del Partido Popular. La sorpresa del día: el escaño de UPyD, que desplaza a Compromís a la quinta plaza. En resumen, IU recupera su clientela tradicional, Compromís adolece de debilidad no remediada en las legislativas, mal tradicional de ese sector, aunque conserva del orden del sesenta por ciento de sus votos autonómicos, cota antes no alcanzada, e irrumpe UPyD, mordiendo espacio a los dos grandes, aunque esta vez más que proporcionalmente al PSPV, de cuyo electorado de 2008 se nutren todos.
Para la socialdemocracia de casa el resultado es difícilmente empeorable , tanto en términos valencianos como en el conjunto de España (el PSPV está dos puntos por debajo de la paupérrima media española del PSOE). Si no me equivoco si la situación es difícil para el PSOE, es desesperada para el PSPV, mas no cabe desesperarse, aún se puede empeorar. A este paso pronto se alcanzará el récord de caída de un partido socialdemócrata, el que ostentó la SFIO: del 22 por ciento a menos del cinco en catorce años. Desde luego, si no hay un cambio radical de modelo de partido, de organización y de personal ese es el camino abierto. Si el PSOE necesita de una reconstrucción, al PSPV eso no le basta, necesita cerrar la persiana para abrir de nuevo. Necesita una refundación. El drama del PSPV radica en que sus dirigentes actuales tienen razón cuando señalan que la cesta hay que hacerla con los mimbres que hay, pero la pierden cuando se resisten a admitir que con esos mimbres pronto no habrá cesta que hacer.
El PSPV se halla ante una crisis existencial. Eso es al tiempo un riesgo y una oportunidad, un riesgo porque de seguir las cosas como están, o limitarse a cambios cosméticos, o de esta o aquella cara, no queda otro camino que aquel que lleva a la insignificancia. Una oportunidad porque precisamente por la naturaleza misma de la crisis solo en el cambio radical que la presente calamidad hace posible, se halla una vía de solución. Tiempo hay para elegir, no mucho, más o menos hasta fin del presente curso, pero lo hay. Qué cosa se vaya a hacer depende de los inmediatamente interesados. Aunque no oculto que a mi juicio está más que justificado el pesimismo de la razón. Veremos.
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