Propagandistas católicos denuncian "hostilidad a la religión"
El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, clausuró ayer con una misa el congreso Católicos y Vida Pública, organizado cada año por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y la Fundación San Pablo-CEU. El decimotercero ha estado dedicado a debatir sobre libertad religiosa y la "nueva evangelización" que reclama el Papa.
Es ahora el santo y seña de la preocupación episcopal. ¿Obstáculos? En primer lugar, la laicidad. Así lo proclama el manifiesto final del congreso. "Exigimos el riguroso respeto a la libertad religiosa y rechazamos cualquier intento de restringir su efectivo ejercicio bajo el pretexto de regularlo. Exigimos que se reconozca la dimensión pública de la religión a la vez que se respeta la laicidad positiva de las instituciones estatales. No podemos dejar de condenar a la vez con firme determinación otras formas de hostilidad contra la religión, expresión de un laicismo intolerante, que limitan el papel público de los creyentes en la vida civil y política", dice.
El rector de la Universidad CEU San Pablo, Juan Carlos Domínguez Nafría, tomó como referencia la declaración papal Dignitatis Humanae para recalcar que la libertad religiosa "forma parte de la naturaleza humana", y que, por tanto, "no es algo añadido ni reconocido por el exterior".
Libertad de culto
También puso énfasis en la idea de que la libertad de profesar un credo no atañe sólo a los individuos, sino que debe entenderse en la actuación colectiva. Por esta razón, al hablar de este derecho, ha de "atenderse a la perspectiva eclesiástica", cosa que, a su juicio, no se hacía, -antes al contrario-, en los planteamientos gubernamentales para la nueva ley de libertad religiosa.
El panorama del catolicismo europeo que dibujan los propagandistas es sombrío. Lo proclamó el historiador y ex profesor de Oxford Matthew Forde. Según él, "la degeneración del tejido social en occidente es achacable a la descristianización". Por eso, "urge una reevangelización para revertir la descomposición de las sociedades occidentales".
El congreso lo inauguró el nuncio del Vaticano en Madrid, el arzobispo Renzo Fratiní, quejoso de los regímenes que, desde una supuesta indiferencia, "lesionan el derecho a profesar un credo religioso". Dichos regímenes, sostuvo, alientan "no una persecución sangrienta", pero sí un "escarnio cultural" de la religión.
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