¿Qué sentido tiene votar?
Nunca antes de estas elecciones había tenido que discutir tanto y con tanta gente sobre el sentido o el valor de votar. La situación de crisis, la falta de perspectivas de desenlace, el gran deterioro de la función política, la percepción, avalada con muchos datos, que los políticos que nos gobiernan no tienen mucha idea de qué hacer, son elementos que conducen al escepticismo sobre la utilidad del voto. Solo faltaba que los recambios en los Gobiernos de Grecia e Italia hayan conducido a la formación de gobiernos estrictamente técnicos, lanzando la idea de que los políticos son parte del problema y no elemento fundamental de la solución. La confusión del personal es muy notable. En la encuesta que publicó EL PAÍS (24-10-2011), el 73% de los encuestados manifestaba que los que participaban en el movimiento del 15-M tenían básicamente razón en las cosas sobre las que protestaban. Y el mismo porcentaje afirmaba que la existencia del 15-M no iba a influirle para nada en sus preferencias de voto. Y mañana dicen que ganará el PP por goleada. Total, un lío.
Sigue valiendo la pena votar solo para tratar de evitar que sea imparable la magnitud de la tragedia
Se está acabando el poco entusiasmo por la política y las instituciones que tanto influyeron en los setenta y en los ochenta. Se ha acabado de una vez la transición y nos hemos caído de bruces en un escenario insólito, un escenario que otros países europeos, con más horas de vuelo democráticas, habían ido preparando años atrás. El debate Rajoy-Rubalcaba se caracterizó por lo añejo de sus planteamientos, lo previsible de sus réplicas e incluso por lo amortizado que estaba su moderador. Todo olía a déjà vu. Y lo cierto es que a los partidos les está costando mucho más que a otras organizaciones cívicas y empresariales entender que estamos dejando atrás una época, y que lo que funcionaba antes, ahora no funciona de la misma manera. No se han enterado de que las relaciones son mucho más horizontales, y siguen anclados en sus lógicas de jerarquía y de competencias. Algunas formaciones políticas parecen atisbar más lo que está aconteciendo, pero las rutinas y las inercias pesan mucho más en momentos de incertidumbre y de inseguridad generalizada. No conviene dramatizar, pero la situación es cada vez más complicada, y lo poco que atisbamos del futuro no permite albergar demasiadas esperanzas. Jürgen Habermas, afirmaba hace unos días en The Guardian que el tándem Merkel-Sarkozy está consiguiendo transferir la lógica de los mercados a los presupuestos de cada país, sin legitimación democrática alguna (ejemplo: reforma constitucional exprés, hecha en "cinco minutos", como reconoció Rajoy en el debate). En esa línea, seguía Habermas; el tándem germano-francés estaría transformando el proyecto original europeo en su contrario. Así, la primera democracia transnacional se estaría convirtiendo, de manera opaca y casi clandestina, en un experimento de posdemocracia que alguien podría calificar de técnica y autoritaria, al estilo de Singapur.
¿Qué vamos a elegir mañana? ¿Algún candidato de los grandes partidos y coaliciones se ha atrevido a plantear ese tipo de dilemas? ¿Más allá de los improperios y las declaraciones típicas y tópicas, tenemos candidatos con posibilidades de gobernar que estén a la altura de los retos que la situación plantea? No creo que podamos responder a esas cuestiones de manera positiva. El cambio que se avecina va a empeorar las cosas. Las primeras declaraciones del Gobierno técnico de Monti en Italia confirman que de técnico poco y de conservador mucho. O conseguimos generar vínculos entre los pueblos europeos en la defensa de las condiciones de vida, y buscamos salidas políticas conjuntas a esa especie de golpe de mano al que estamos asistiendo, o en pocos meses nos encontraremos metidos en una espiral de conflicto-represión que no permitirá matices. Por eso sigue valiendo la pena votar. Por eso sigue siendo importante movilizarse. Para tratar de evitar que la magnitud de la tragedia sea imparable.
Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB y autor de Otra sociedad ¿Otra política?, Icaria Editorial.
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