Las metáforas de la campaña
Con un diccionario de sinónimos y una guía de figuras literarias hubiésemos entendido mejor esta campaña. Como hoy es día de reflexión, podemos analizar el uso del lenguaje y sus hallazgos literarios.
Por ejemplo, el verbo recortar no figura ni una sola vez en los programas de las fuerzas políticas. En vez de señalar las cosas por su nombre han preferido recurrir a eufemismos que dulcifican las acciones o que las dotan de unos valores morales o intelectuales indiscutibles. Algo así como ponerles un manto de santidad a la disminución del gasto público y de los servicios sociales. Por eso, en vez de recortar, dicen que van a racionalizar, coordinar, aplicar criterios de austeridad o simplificar nuestros servicios públicos. Así que no se quejen y dense por racionalizados. Tampoco se han hecho referencias claras a la privatización de servicios públicos. Se ha preferido el circunloquio de "fomentar la colaboración público-privada" que es algo mucho más positivo. Dónde va a parar.
Cuando se han pedido respuestas a temas concretos, como las prestaciones por desempleo, se ha recurrido a afirmaciones tan enrevesadas que más bien parecen obra de las meigas: las prestaciones por desempleo van a bajar, pero no porque la gente deje de cobrar el desempleo, sino porque va a haber menos personas con derecho a cobrarlo. Ni Santa Teresa con su "vivo sin vivir en mí" había llegado tan lejos en el arte de la paradoja. Y para contradicción esta psicomaquia entre la realidad y el deseo, a propósito de la Ley de Dependencia: "Es muy loable querer ayudar a las personas que no se pueden valer por sí mismas pero no podemos permitírnoslo". Y es que no se puede ser tan bueno. En literatura a estas perífrasis y amplificaciones se le llama "el arte de lo oblicuo" y ha cosechado un gran éxito en la campaña.
Pero el triunfo absoluto en el campo de las figuras literarias lo ostentan, sin duda, las metáforas. Comenzamos por los célebres "mercados", que para algunos son el summum de la maldad y para otros una institución digna de todo respeto a la que Zapatero tiene muy mosqueada. Por lo visto a esta metáfora de los mercados hay que mandarle un mensaje urgente en cuanto acaben las elecciones, nos guste o no nos guste. Al principio pensé que iban a escribirle una carta, pero nada de eso. Algunas metáforas las carga el diablo con espoleta retardada y su traducción exacta es que a partir del día 20 se anunciarán medidas de recorte severo para que respiren satisfechos. ¡Los pobres!
Los nacionalistas catalanes se han apuntado también con ardor a la fiebre literaria. Su programa se basa en una gran metáfora, tótem absoluto de los nuevos tiempos: el pacto fiscal. O sea, más dinero. O como expresó alguno de sus insignes dirigentes, el cuidado de la buchaca. Sin embargo, su figura más controvertida ha sido una metonimia de cierto carácter racista: ¡unos mohameds que andan por ahí sin integrarse y molestando a los estilizados jordis! ¡Pobre Jordi! ¡Cómo si no tuviese bastante con los andaluces!
Han vuelto a ponerse de moda algunas figuras muy denostadas porque los regímenes autoritarios la usaban con frecuencia como son la tautología o el pleonasmo (que como saben, no es ninguna enfermedad incurable sino una afirmación vacía y redundante). Son tantos los ejemplos que llenaría varios artículos: "Sabemos qué es lo que hay que hacer y lo vamos a hacer", "crear empleo, creando empleo", "gestionar bien los recursos públicos" y la tautología perfecta: "una política económica como Dios manda". ¡Que Dios nos coja confesados!
Como ven, más que a una campaña electoral hemos asistido a un torneo literario. Han triunfado las medias verdades, el lenguaje oblicuo, las frases hechas y las exclamaciones decimonónicas, como esa insidia que arrasa en internet. Ha sobrado mala literatura y ha faltado claridad en las propuestas. Tanta tecnología del siglo XXI, tantas redes sociales para la campaña más opaca de la historia reciente. Quien avisa metafóricamente no es traidor, perdón, insidioso.
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