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La crisis del euro | Los problemas de la deuda

Francia se enfrenta a Alemania para dotar de más poderes al BCE

El eurobanco fracasa en su intento de llevar tranquilidad al mercado de deuda - La prima de riesgo española, ya en 460 puntos, vuelve a marcar otro máximo

El Gobierno francés, cada vez más nervioso por los ataques de los mercados a su deuda soberana y por el oscuro futuro de su máxima calificación crediticia, la triple A, decidió hacer públicas el miércoles sus diferencias con Alemania sobre el papel que debe jugar el Banco Central Europeo (BCE) en la resolución de la crisis. París abogó abiertamente por una implicación más decidida y contundente del organismo que dirige el italiano Mario Draghi, y culpó a Berlín de no querer transigir por sus miedos históricos a la inflación.

Clamando en el desierto, el ministro de Economía, François Baroin, reconoció en una entrevista al diario económico Les Echos que Francia sigue pensando que "una buena solución" sería convertir al fondo de rescate europeo en un banco y permitirle acceder a los fondos del BCE. "Alemania, por razones históricas (de inflación y deuda), ha cerrado la puerta a una implicación directa del BCE", añadió.

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"El papel del BCE es asegurar la estabilidad del euro, pero también la de las finanzas europeas", insistió la portavoz gubernamental Valerie Pecresse, tras una reunión del gabinete en París. Remachó su intervención señalando que el Gobierno "confía en que el BCE tome las medidas necesarias para asegurar la estabilidad financiera en Europa".

En esos momentos, las compras de bonos por parte del BCE no lograban reducir la agitación de los mercados, y el diferencial entre el bono francés a 10 años y su equivalente alemán subía a una nueva cifra récord de 195 puntos básicos.

Lo cierto es que a principios de la mañana de ayer parecía que la compra de deuda de los países con más problemas por parte del BCE estaba funcionando para rebajar las tensiones financieras. El caso más extremo fue el italiano, cuya prima de riesgo llegó a caer casi 40 puntos. La española perdía a las diez de la mañana 16 puntos.

Pero los problemas no tardaron en llegar. A media mañana, el diferencial de lo que pagan los Estados europeos respecto a Alemania -es decir, la prima de riesgo- volvía a crecer, en algunos países por encima de los niveles a los que había cerrado el día anterior. Es el caso de España, que por tercer día consecutivo marca un máximo desde la creación de la eurozona. El diferencial ya está en 460 puntos básicos (es decir, 4,6 puntos porcentuales), lo que implica que España tiene que ofrecer a los inversores un rendimiento del 6,35% para que compren bonos con un vencimiento de 10 años. Italia, en cambio, logró cerrar el día con un riesgo de 519 puntos básicos, nueve por debajo de la jornada anterior.

Francia está cansada de ver un día tras otro cómo la deuda alemana se convierte en un valor refugio y cómo a Berlín le cuesta financiarse menos de la mitad que a París. Por ello olvidó por un día su sumisión a las tesis alemanas y pareció sumarse a la presión ejercida por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien desde Australia pidió a Europa "medidas drásticas" para resolver "las turbulencias".

Pese a los bajísimos costes para financiarse de los que disfruta Alemania ahora, su deuda en relación con el PIB es superior a la de países como España. Por ello, el primer ministro luxemburgués y presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, calificó como "preocupante" el nivel de deuda germana.

"Hasta que no pongamos en marcha un plan concreto y una estructura que envíe una señal clara a los mercados de que Europa apoya el euro y hará lo que se necesite, vamos a continuar viendo el actual revuelo en los mercados", dijo Obama, quien reiteró que Europa aún afronta un "problema de voluntad política". "Seguiremos recomendando a los dirigentes europeos las opiniones que pensamos ayudarán a llegar a un umbral en el que los mercados se calmarán. Va a exigir algunas decisiones difíciles por su parte", advirtió.

Mientras, la canciller alemana pareció hacer oídos sordos a unos y otros, y dejó claro que Berlín no quiere que el banco central asuma un papel mayor. Se escuda en que las normas de la UE prohíben acciones de ese tipo. "Según los tratados, el BCE no tiene la posibilidad de resolver estos problemas", dijo Merkel tras reunirse con el primer ministro irlandés, Enda Kenny. Este, por cierto, rechazó sin mover una ceja la propuesta alemana de reformar los tratados para sancionar y dejar sin voto en el Consejo a los países que incumplan sus obligaciones contables.

Alemania, inventor de la política monetaria del BCE, continúa rechazando que el eurobanco se convierta en el último garante de la deuda, e insiste en que son los Gobiernos nacionales quienes deben resolver la crisis aplicando planes de austeridad y reformas estructurales. "La única forma de recuperar la confianza de los mercados", machacó inasequible la canciller, "es aplicar las reformas".

Peter Bofinger, economista asesor del Gobierno alemán, dijo el martes que el BCE debería convertirse en el prestamista de último recurso si los problemas de deuda amenazaban con hacer añicos el sistema financiero. "Si los políticos no pueden, el BCE debe hacer todo lo que pueda para bajar los tipos de interés a niveles más razonables", dijo.

Muchos analistas creen que la única forma de evitar un mayor contagio es que Fráncfort compre gran cantidad de bonos, asegurando que los tipos no superan un cierto nivel. Según Reuters, el organismo que encabeza Draghi ha comprado 187.000 millones en deuda soberana desde mayo de 2010, pero ha "esterilizado" hasta ahora esas compras tomando la cantidad equivalente en el mercado de depósitos. Una opción sería frenar esas compras de depósitos, pero Alemania se niega. Y todo sigue yendo a peor...

"Los mercados claramente están esperando algo que rompa el circuito para aliviar la presión en el rendimiento de los bonos periféricos", dijo a Reuters David Scutt, operador del Arab Bank Australia. "Si no hay anuncios pronto, sospecho que la situación podría desmoronarse rápidamente", añadió.

Merkel, Draghi y Durão Barroso, en Cannes, en la cumbre del G-20 del 4 de noviembre.
Merkel, Draghi y Durão Barroso, en Cannes, en la cumbre del G-20 del 4 de noviembre.GUILLAUME HORCAJUELO (EFE)

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