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ELECCIONES 2011 | La protección del litoral
Columna
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La rueda de la fortuna

Para el PSOE la cita electoral del 20-N es tan solo literatura tal y como la define John Banville: "Salir a pelear sabiendo que serás derrotado: eso es la literatura". Para el PP es simplemente una certificación de bastanteo que confirme en las urnas lo que, desde hace meses, proclaman tercamente los humores ciudadanos: los conservadores van a tener poder bastante, gobernarán con una mayoría absoluta y casi absolutista. Entre saltos de júbilo y pirotecnia de alegrías, Mariano Rajoy se adornó con un pronóstico modesto: "Creo que vamos a ganar las elecciones". Como telón de fondo, los sondeos dominicales que otorgaban al Partido Popular 184 escaños, los más severos; 198, los más generosos.

Feijóo está obligado a superar los resultados de las autonómicas de 2009 para gobernar sin angustia

En el acto literario, que medirá la hondura del pozo electoral socialista, habrá más materia dramática que épica. Hay quien confía en una pasmosa recuperación que, en el último suspiro, permita alcanzar unos milagrosos 126 escaños; con todo, los estrategas más serenos de Ferraz empiezan a emborronar los primeros guiones de una obligada refundación del PSOE. El panorama es desolador. El fantasma de la disolución de la UCD protagoniza las más inquietantes pesadillas. No se llegará a tanto, pero el PSOE iniciará una incierta travesía como partido no gubernamental. Andalucía caerá en 2012 consumando la tragedia que se inició en las elecciones del 22-M.

El anunciado triunfo del PP pondrá en tela de juicio la solidez del bipartidismo imperfecto que rige la confrontación electoral en España. Desde 1977 ninguna fuerza política atesoró tantos recursos gubernamentales como los que gestionará el PP a partir del domingo. El principal partido de la leal oposición nunca estuvo tan debilitado para ser contrapoder y crear, a medio plazo, condiciones de alternancia en el gobierno. Los conservadores hispanos podrán anunciar, como Margaret Thatcher, que ni hay alternativa ni se le espera. El nuevo balance de fuerzas y debilidades abre las puertas a un régimen de partido ultradominante que, en su peor desarrollo, puede patentar una democracia de partido único.

Rajoy cometerá su primer gran error como presidente si cree que su rotundo éxito electoral se debe a su liderazgo ambiguo, a la vacuidad de su programa o a la calidad de las candidaturas del PP. La crisis económica fue su mejor agente electoral. Y, tras el 20-N, la crisis se convertirá en el principal partido de la oposición. En el futuro, la evolución negativa de los indicadores de la economía doméstica engordarán la protesta social y erosionarán el crédito de la oferta de cambio conservador, de su gobierno y de su partido. La crisis y su demagógico uso electoralista, que tanto benefició al PP en la oposición, privará ahora a Rajoy de los cien días de gracia; apenas tendrá una semana de felicidad, la que media entre su proclamación como presidente en los sondeos y su foto triunfal en el balcón de Génova, 13 el próximo domingo.

En los días que restan de campaña electoral, los partidos dejarán de competir entre sí y pasarán a hacerlo con su propia historia. Rajoy se medirá con los éxitos electorales del aznarato. Superar los 183 escaños que cosechó el PP en 2000 le permitirá liquidar su imagen de líder débil y reforzará su independencia frente al Tea Party que encabeza José María Aznar. Por su parte, Pérez Rubalcaba compite, a la desesperada, con Joaquín Almunia para no firmar los peores resultados del PSOE desde 1977. En Galicia, Feijóo, si quiere encarar sin angustias la recta final de su primer mandato presidencial, está obligado a mejorar los votos de las autonómicas de 2009. Pachi Vázquez y Guillerme Vázquez, si aspiran a tener algún futuro, deben igualar en lo posible los registros electorales del pasado; solo así podrán interpretar un allegro ma non troppo que les permita transformar su interinidad en un liderazgo creíble.

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Despejadas las incógnitas electorales, muchos enriquecerán una resignada épica resistencialista con la filosofía política que Héctor Aguilar Camín expuso en Morrir en el golfo: "Sabes como es la política. Va y viene, es una rueda de la fortuna. ¿Qué es el fracaso político? Es un pretexto para pusilánimes. Un verdadero político no fracasa nunca, está siempre en la jugada. Es una rueda de la fortuna y lo que importa es no soltarse. A veces estás arriba, a veces abajo. Pero eso no es importante. Lo importante es seguir pegado a la rueda, mantenerse aferrado a la rueda. No soltarse". Esta es la única lección política que, por otra parte, se puede destilar de la biografía de Mariano Rajoy: él no se soltó y, ya ven, llegará a ser presidente si un milagro no enmienda las encuestas.

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