La aristocracia y el morro
Son como las dos caras de la luna. De la luna de Madrid del siglo XXI. El porte aristocrático contra la actitud "me importa un bledo". Brianda y Miranda. No hizo falta una conjunción astral para que los nombres de la nieta de la duquesa de Alba y la hija de la diseñadora Lydia Delgado, ambas de 27 años, rimaran como dúo dj e hicieran dinero con ello. A principios de este año, el novio de Brianda inauguraba una sesión nocturna en el club madrileño Nasti y, por echarle un cable, ella llamó a Makaroff para pedirle que pinchara. "Solo si pinchamos juntas", le respondió, intuyendo su alto potencial como marca conjunta.
No se conocían mucho, habían coincidido "por ahí", ejercido de blogueras en Cibeles y las habían fotografiado juntas para una revista femenina como it-girls. Lo han adivinado: odian ese término. "Pero es mejor que blogueras, por lo menos sugiere algo". Tienen tantas etiquetas de las que huir que casi prefieren no invertir energías en ello. A diferencia de otros personajes insustanciales de su generación, cuya máxima cualidad es postear fotos con sus looks, ellas saben explotar otros talentos.
Brianda Fitz-James es hija de Jacobo Siruela, editor, y María Eugenia Fernández de Castro, asesora de imagen. Sería perfecta para renovar la marca Casa de Alba de no ser porque ella corre en dirección diametralmente opuesta. "De pequeña quería ser pintora. Y de muy pequeña parece que decía en casa que quería ser rica", se ríe. Tras estudiar moda en el IED e irse un año a pintar a Nueva York, La Casita de Wendy la fichó para dibujar sus estampados "y lo que haga falta, desde coser botones hasta ejercer de modelo de pruebas". Sus interminables piernas dan testimonio de sus dotes como maniquí, "aunque me muero de la vergüenza solo de pensar en desfilar o algo así; soy tímida y me raya exponerme".
Miranda, la otra cara de esta luna, ha diseñado para su madre y puesto cara a un videoclip de su padre, Sergio Makaroff. Éste le regaló un ukelele y amenazó con quitárselo si no apren día a tocarlo a los tres meses. Sus cachondos vídeos amateur en YouTube atestiguan que lo conserva, aunque lo que quiere es ser actriz. Piensa que con morro y una sonrisa incandescente frente a las críticas se llega a todas partes. Es ella quien negocia el caché. "A Brianda le da palo, yo es la segunda frase que suelto". Está en 1.500 euros. Cada una. Son dj's de eventos, esa nueva raza. Y acaban de firmar como residentes para el brunch couture del hotel Palace, que conjuga lo que más le gusta a Brianda: "Pijos y gente mayor. Es un público más agradecido que los modernos".
Babelia
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