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ELECCIONES 2011
Columna
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¿Neoliberalismo o socialdemocracia?

No me gusta dramatizar excesivamente las comparaciones entre opciones políticas. Me niego a jugar a buenos y a malos. Cuando se empieza así, se acaba denigrando y deslegitimando a los malos, y esto es injusto. No me gustan las campañas electorales (que por suerte son cortas) porque invitan a la dramatización, con apelaciones más a los sentimientos que a la razón.

Pero no puedo ignorar la actualidad y, observada fríamente, las perspectivas relacionadas con el próximo día 20 son preocupantes. Hay razones objetivas para pensar que el resultado que se prevé va a ser perjudicial para muchos en Cataluña, en España y en Europa. Una mayoría absoluta del PP, si los votos la materializan, será democrática, será legítima y será consecuencia, más que de méritos propios, que son pocos, de los efectos de la crisis y de los errores socialistas de estos años. Pero esta legitimidad no quita que sea perjudicial para una gran parte de los catalanes, de los españoles y de los europeos.

No es lo mismo votar a favor de un Estatuto, aunque recortado, que recurrirlo ante el Tribunal Constitucional

Se dice demagógicamente que para Cataluña el PP y el PSOE son lo mismo. Esta afirmación, aunque pueda favorecer algunos intereses, es una gran falsedad. Es cierto que ninguno de los dos partidos ha entendido lo que queremos los catalanes, pero las actitudes y los hechos de unos y de otros durante las dos últimas décadas están a una enorme distancia. No tiene comparación la cerrazón de la segunda legislatura de Aznar con los intentos ingenuos y parcialmente fallidos de Zapatero de mejorar la situación. No es lo mismo votar a favor de un Estatuto, aunque recortado, que recurrirlo ante el Tribunal Constitucional, ni es lo mismo apoyar la inmersión lingüística que intentar hacerla fracasar usando la catalanofobia como arma electoral. Los catalanes tenemos malas perspectivas...

Para mí es importante el tema catalán, pero son los aspectos sociales los que más me preocupan. Temo que las clases medias catalanas, españolas y europeas van a pasarlo mal durante los próximos años. La crisis ha cambiado el panorama político en toda Europa, que durante la segunda parte del siglo pasado estuvo presidido por el enfrentamiento y la alternancia entre unas derechas moderadas (en muchos casos de inspiración cristiana) y la socialdemocracia. El pacto tácito entre ambas condujo a un modelo social que permitió mantener la democracia y alejó intentos revolucionarios de izquierdas o populistas de derechas. Este modelo, por cierto muy envidiado, se basó en el mantenimiento de la libertad individual y de mercado, en la primacía de la iniciativa privada, en la regulación del mercado y en la redistribución por la vía fiscal (el Estado de bienestar, nombre que no me gusta pero que sirve para entendernos). Con ello, se conservó la libertad, se impulsó el progreso y se mejoró la equidad.

El modelo se pone en cuestión a finales de siglo. Por una parte, en la derecha, se ha convertido en mayoritaria la corriente neoliberal y esto ha comportado y comportará reducir el papel del Estado y un retroceso en el Estado de bienestar, desregulando el mercado y reduciendo impuestos (especialmente los que gravan las rentas procedentes del capital, no las del trabajo) al tiempo que recortando los servicios públicos. Por otra parte, la socialdemocracia, que desarrolló y tiene como referente el Estado de bienestar, no ha sabido reaccionar a sus abusos y sobre todo no ha sabido adaptarlo al nuevo mundo que se está configurando en este principio de siglo. Tenemos, pues, una derecha que ha reforzado su pacto con los poderes financieros y las grandes fortunas, y que tiene un programa retrógrado pero claro. Y tenemos una socialdemocracia desorientada en busca de renovación. Es probable que el día 20 ocurra lo que parece lógico, pero esto no quita que no sea negativo para una parte muy amplia de la población, la que tiene en los servicios públicos el complemento imprescindible para compensar las crecientes diferencias de renta.

Si ahora España se suma a los Estados europeos gobernados por la derecha, hay razones para pensar que el proyecto de Europa seguirá paralizado. Y si avanza, lo hará en una dirección mercantilista y menos social. Sería una lástima, pues con una Europa cohesionada socialmente hubiéramos podido retrasar algunas décadas la inevitable decadencia individual de los países que la forman. Para mí, sin una socialdemocracia fuerte y moderna no habrá Europa...

Joan Majó es ingeniero y exministro

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