_
_
_
_

Una parroquia entera en el banquillo

El fiscal pide hasta 10 años de cárcel para algunos de los 33 imputados por el acoso, en 2001, a una familia que denunció ilegalidades urbanísticas en Nigrán

Solo tres de los 33 acusados por acosar a una vecina de Chandebrito, parroquia de Nigrán, han aceptado responder al fiscal y al abogado de la acusación en el juicio oral que se desarrolla en Vigo, sección 5ª de la Audiencia Provincial de Pontevedra. Otros dos imputados ya fallecieron desde que ocurrieron los hechos que se juzgan, en 2001, y en los que confluyen, además de faltas de amenazas y de daños en algunos casos, delitos contra el orden público, coacciones y atentado que el fiscal imputa a todos ellos y por los que pide penas para algunos que suman hasta 10 años de cárcel.

Los hechos se remontan a hace una década. La familia formada por Leandro Freire, su mujer, Josefa Gallego, y sus dos hijas, que a la sazón tenían cinco y tres años de edad, ocuparon en Chandebrito, parroquia de los montes de Nigrán, colindante con Vigo, de unas 125 casas y 550 habitantes, la vivienda que habían comprado y que cerraron con un muro en el linde con un camino de servidumbre. Los usuarios de este camino -la familia de Manuel Fernández Rial, O Conde-, emparentados con los anteriores propietarios de la casa y, según Josefa Gallego, desairados por su venta, denunciaron al Ayuntamiento que la servidumbre debía tener cuatro metros de ancho -la obra la había dejado con 3,25 metros- e impusieron la demolición parcial del muro y otra, por exceso de edificabilidad, en la vivienda rehabilitada.

Un centenar de vecinos llegó a rodear de noche la casa de la familia

Gallego respondió presentando en el ayuntamiento un fajo de fotografías que ilustraban las ilegalidades de otras 22 casas de la parroquia. Al conocerse los afectados, en febrero de 2001, empezaron las hostilidades contra la familia, "al principio pequeñas cosas, gamberradas", declaró la mujer en la vista oral. Pero los hostigamientos fueron haciéndose más violentos con el paso de las semanas: pedradas que rompieron cristales, petardazos, cócteles molotov que no llegaron a estallar, bolsas con pintura, con una presencia frecuente ante la casa de grupos de vecinos, de día y de noche, que mantenían a la familia en vilo. Temían que en cualquier momento se produjera un asalto a la vivienda. "Mis hijas dormían con un cuchillo bajo la almohada", declaró Gallego.

El punto culminante de ese acoso se produjo en la madrugada del 1 de julio de 2001. Leandro Freire sorprendió a un joven, de nombre Berto, al que atribuyen el lanzamiento de algún petardo contra la casa. Berto lo niega. Ayer declaró que pasaba por allí para ir con su hermano en moto a unas fiestas. Leandro y Josefa le forzaron a entrar en la casa para que les dijera quién había roto los cristales y le había mandado tirar los petardos. "Yo decía que no sabía, y cada vez me daban puñetazos", explicó ayer. "Si antes [en las diligencias previas] dije que tiré los petardos por orden del Conde fue sin querer", añadió. El Conde, según su propio relato, al oir sus gritos, por los puñetazos que le daban, avisó por teléfono y en un momento se presentaron ante la casa un centenar de vecinos o más. "La gente quería entrar a por ellos", había declarado previamente otro de los acusados.

En ese clima de alteración, la familia acosada tuvo que ser rescatada por la Guardia Civil, avisada por Leandro, y Berto, trasladado en ambulancia al hospital a Vigo. "La situación se hizo imposible de controlar", relata el fiscal en su acusación, "intensificando los acusados sus intentos de asaltar la casa, así como los insultos y amenazas, viéndose obligados los dos agentes a pedir refuerzos". Llegaron cuatro guardias más, "los cuales siguieron requiriendo a los acusados para que depusieran su actitud, haciendo estos caso omiso de dichas órdenes y menospreciando claramente su autoridad". Para sacar a la familia de su vivienda hicieron un pasillo hasta el coche oficial, y n ese momento arrecianron "las amenazas y agresiones, empujando los acusados a los agentes y golpeándoles mientras custodiaban a la familia, sin causarles lesiones".

Los hostigamientos continuaron en días sucesivos, con concentraciones, pancartas, pasquines y pintadas contra ellos y otra familia de la parroquia de Chandebrito, la única que se solidarizó con su causa, según declaró Gallego. Las imputaciones del fiscal llegan hasta el 18 de agosto de 2002, aunque "el infierno" que sufrió la familia acosada, dijo Gallego en la vista, dura hasta hoy. Y hoy continuará la vista oral con la declaración de los guardias civiles.

Otra querella pendiente

Está pendiente, supeditada a los resultados del actual juicio, la tramitación de una querella por prevaricación presentada por Josefa Gallego contra dos exalcaldes, un exconcejal y seis técnicos municipales de Nigrán, basada en que ninguno de los 53 expedientes de infracción urbanística abiertos en Chandebrito a instancias suyas alcanzó ningún grado de ejecución, contra lo que sucedió con ella.

Fuentes vecinales consultadas en su momento por EL PAÍS señalaron la singular idiosincrasia de la parroquia, tradicionalmente abandonada por el Ayuntamiento, hasta el punto de que los vecinos han tenido que construir por su cuenta carreteras y viales, fuentes, lavaderos, redes de abastecimiento... Y también organizar el urbanismo según sus criterios. El resultado es que el 90% de las construcciones vulnera alguna norma, con la constante inhibición municipal.

A esa realidad, los acusados añadían ayer, en los pasillos y fuera del edificio de juzgados, el peculiar carácter pleistista de Josefa Gallego. "Vayan y pregunten a otras familias que también llegaron de fuera y viven en la parroquia", emplazaban a los periodistas. "Con nadie hubo nunca ningún problema, solo con esta mujer".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_