"Un buen músico tiene que tener algo que decir"
Judith Jáuregui (San Sebastián, 1985) es todo un carácter. Sirva como ejemplo que de pequeña, con tan sólo cuatro años, tiró un violín desde un primer piso. Lo suyo era el piano. "Al parecer lloraba con el violín, me emocionaba y mi madre dijo 'si tanto le gusta vamos a apuntarle a clases'. Pero tuve una profesora rusa un poco dura, que me decía que me iba a cortar los dedos si tocaba mal", recuerda Jáuregui. Entonces vino el episodio de cómo deshacerse del dichoso instrumento. La joven pianista, considerada una de las mejores instrumentistas de España, se estrenó el sábado con la Orquesta Sinfónica de Euskadi (OSE) en San Sebastián, dentro del programa Matinées de Miramón, y ya, dentro de la temporada de abono, viajará hoy hasta Vitoria, mañana a Pamplona y el miércoles a Bilbao.
"Odio las palabras virtuosa y niña prodigio"
Jáuregui, sencilla y vehemente, explica desde un sillón de la sede de la OSE su meteórica carrera. "Personalidad. Un buen músico tiene que tener un discurso, algo que decir", aclara a modo de resumen. "Tiene que haber algo más que técnica", continúa, "si no sería algo muy superficial, la técnica no se puede resumir en hacer un pasaje de 2.000 notas rapidísimo, simplemente para tocar tres teclas necesitas saber cómo utilizar el sonido". En su primer trabajo con la OSE, Jáuregui interpretará el Concierto para Piano y Orquesta nº 20, de Mozart, la obertura de la ópera La flauta mágica y la Sinfonía nº39, todas del mismo compositor, bajo la batuta de Wolfram Christ.
El episodio de los cuatro años sólo fue un pequeño ejemplo y aviso de lo que en un futuro Jáuregui llegaría a alcanzar. A los cinco comenzó con las clases de piano, a los ocho se subió a un escenario, a los 11 ofreció su primer recital como solista y a los 12, acompañada de una orquesta. Ahora, con una trayectoria que comienza a afianzarse, los logros de la pianista se siguen sucediendo. A los elogios que la crítica le dedica después de cada actuación, se suma, entre otras cosas, el haber ganado este año el Premio de la Música Independiente en la categoría de álbum de música clásica con su primer disco, Robert Schumann. El arte de lo pequeño.
Pero la pianista, amante de Frank Sinatra, desconfía de los adjetivos bienintencionados. "Odio las palabras virtuosa y niña prodigio", explica de entrada. "De pequeña me dijeron que no escuchara lo bueno, que me quedara con lo malo para seguir aprendiendo. Es algo que llevo a rajatabla". Jáuregui supo manejar su carrera porque nunca, al menos de pequeña, se lo tomo como algo serio. "El secreto es no verlo desde un punto de vista profesional, simplemente como un juego. Para mi tocar el piano era como jugar", confiesa. Aún así, la pianista reconoce sentirse impresionada cuando recuerda, como siendo una niña, se atrevía, entre otras cosas, con las Consolaciones, de Franz Liszt. "A veces me sorprendo de las cosas que hacía de pequeña", concede.
Judith Jáuregui
Judith Jáuregui (San Sebastián, 1985) quiere acercar la música clásica a los jóvenes, romper las barreras que normalmente envuelven al género. La pianista, formada en su cuidad natal, Salamanca y Múnich, en esta última bajo las órdenes de Suchanov, se defiende: "lo importante de un músico, de cualquier músico, es que sepa transmitir, emocionar y para eso no hace falta entender, simplemente sentir. Da igual que no se sepa diferenciar entre una sonata y un concierto, o en la forma de las composiciones, con sentir es suficiente".
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