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coyuntura nacional
Columna
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La tragedia griega se ceba con España

No ganamos para sustos. La crisis de la deuda soberana griega, más que una tragedia, parece una película de terror, con continuos sobresaltos. La semana pasada exponía mi opinión de que mejor les hubiera ido a los griegos y al resto de Europa si Grecia hubiera abandonado el euro cuando estalló el problema hace dos años y hubiera adoptado un programa de saneamiento y ajuste con apelación al FMI, como se vienen solucionando estos problemas desde que se creó este organismo al acabar la Segunda Guerra Mundial.

Lo de Grecia no es solo, como lo de Irlanda, un problema de deuda, sino de balanza de pagos, es decir, de una economía que no es competitiva, y esto le aboca a elevados y persistentes déficits por cuenta corriente y, por tanto, a un endeudamiento también creciente hasta niveles de insolvencia. Este cuadro clínico siempre se ha tratado con medidas de saneamiento (reducción del déficit público y reestructuración o quitas de deuda incluidas), reformas de los mercados para hacerlos más eficientes y competitivos y medidas monetarias (recuerden el corralito argentino), entre ellas la devaluación. Pero dentro del euro no son posibles estas medidas monetarias, así que no queda otra vía que la denominada devaluación interna. Es decir, bajadas de los salarios, recortes de los beneficios, fuertes ajustes de plantillas, etcétera. Proceso doloroso y sobre todo lento teniendo en cuenta la rigidez que caracteriza a los mercados laborales de las economías europeas, que aboca al país a una situación deflacionista (recesión) durante años y que complica enormemente el ajuste del déficit y la deuda.

En el euro todos dependemos de los demás y, por tanto, no se puede actuar unilateralmente Lo que nos está dejando perplejos es el deterioro que se está produciendo en la economía española

Pero la orgullosa posición europea de que aquí podemos solucionar nuestros problemas solos y la intención (no conseguida hasta ahora) de impedir el contagio de otras economías de la zona, dejando claro que el riesgo-país desaparece una vez que se entra en el euro, ya que no es posible la salida ni la quiebra de ningún país, se impusieron a la racionalidad económica. No es que la opción de salirse del euro no hubiera acarreado problemas financieros graves para Grecia y el resto de Europa, pero al menos ahora podríamos estar vislumbrando la luz al final del túnel, algo que ahora no vemos, a menos que se adopten medidas más contundentes que las adoptadas hasta ahora. Estas medidas suponen que los países con posibles pongan más dinero encima de la mesa, a lo que se niegan (el orgullo desaparece rápidamente si ello significa rascarse el bolsillo). El sorpresivo anuncio del primer ministro griego de someter a referéndum las medidas aprobadas en la última cumbre europea podría haber acabado en su salida del euro. Ahora bien, las cosas no se hacen así. En el euro todos dependemos de los demás y por tanto no se puede actuar unilateralmente. En muchos temas tenemos, de facto, una soberanía compartida, pero ni los Gobiernos ni los ciudadanos quieren aceptar esto, a pesar de que cada vez son más numerosos los que reclaman más Europa.

En todo caso, con ser grave la evolución de la crisis europea, lo que nos está dejando perplejos a los españoles es el deterioro que se está produciendo en la economía española, especialmente en el mercado laboral, no ajeno, por supuesto, a la problemática europea. Todos los indicadores conocidos en la semana, algunos de los cuales se presentan en los gráficos adjuntos, muestran una tendencia generalizada e intensa a la baja. Todos excepto el paro, claro. De una coyuntura de bajo crecimiento en 2010 y primer semestre de 2011 pasamos a un estancamiento en el tercer trimestre y, con toda probabilidad, a una nueva recesión a partir del cuarto, que podría extenderse a buena parte del próximo año.

¿Qué hacer? Al margen de que en Europa se implementen políticas de estímulo al crecimiento que puedan ayudarnos (bienvenida sea la rebaja de tipos de interés por el BCE), nuestro Gobierno puede hacer poco que dé resultados a corto plazo. Es urgente acabar de recobrar la credibilidad y confianza de los inversores, externos e internos, en la economía española. Ello requiere terminar con el saneamiento de las entidades financieras, cumplir el programa de consolidación fiscal y profundizar en las reformas de los mercados. Es la estrategia del actual Gobierno y parece que será la del próximo. Es un camino duro y de resultados lentos, pero no hay atajos.

Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).

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