Improvisaciones concretas
La melancolía de la pintura puede hallarse en su inutilidad, dentro de un mundo alienado, lleno de ruido y de furia. Pero la pintura también está hecha de mudanzas y existencias erráticas que encuentran refugio y felicidad en el desgarro de todos los velos, incluidos los periódicos de los sábados. Durante su etapa americana, Esteban Vicente ensayó con el medio pictórico, quiso hacerlo más robusto y sanguíneo para sugerir quizás la fuerza que debería tener Europa si hubiera sabido atesorar su multiplicidad de energías. Encontró la fórmula en el collage, creando obras que combinaban el lenguaje propio del expresionismo abstracto con el papier collé. Aquellos trabajos y algunas esculturas (toys) se exhiben ahora en el museo que lleva su nombre, en una inédita y cuidadísima retrospectiva coproducida con la Grey Art Gallery de la New York University. A través del collage, Vicente consiguió hacer el camino de la pintura mucho más largo, vasto y desconocido, fue su manera de llevar su herencia cultural (Picasso, Juan Gris) a Estados Unidos donde esta técnica no era muy valoraba hasta que críticos como Greenberg y pintores como Krasner y Motherwell lo situaron en el discurso sobre la bidimensionalidad pictórica y la abstracción gestual. La singularidad de Vicente residía en que no incorporaba a la obra objetos o fragmentos de la realidad sino que empleaba papeles de artesanía pintados a mano y recortes de prensa. La unidad del collage -el papel- le permitía retomar los descubrimientos de Picasso y Matisse, al establecer un diálogo entre la superficie, los materiales y el color.
Improvisaciones concretas
Museo Esteban Vicente
Plazuela de las Bellas Artes, s/n. Segovia
Hasta el 8 de enero de 2012
El recorrido por la intimidad de las salas del museo comienza con sus primeros collages de los cincuenta, finos recortes de papel que mezclaba con garabatos de carboncillo, estilísticamente ligados a la action painting. El papel conservaba una calidad de textura y tono, como si fuera un brochazo. Estos "actos" pictóricos no eran improvisados, a veces el proceso duraba semanas. Ya en los sesenta, Vicente pega etiquetas de bienes de consumo sobre papel japonés o crea formas circulares que recuerdan las siluetas de las islas Hawai, fruto de los años en que trabajó como artista en la Honolulu Academy of Arts. Los collages arquitectónicos de los setenta ofrecen una visión cubista de la experiencia urbana e inspiran la totalidad barroca de la Gran Manzana. Los últimos, de finales de los noventa, se disuelven delicadamente en la decadencia vital, son bancos de niebla acomodados en el horizonte único de la pintura.
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