Sin crisis en el cementerio
Las familias se ciñen a la tradición el día de Todos los Santos - Los puestos de flores mantienen las ventas de años anteriores
Entre el rito y la tradición, el día de Todos los Santos los cementerios se llenan de color frente al gris opaco del resto del año. Sobre todo, si el tiempo acompaña. Una fecha clave en el calendario de noviembre en la que se recuerda a los allegados que ya no están en vida. Este año, la crisis no se ha notado a la hora de vender flores para adornar tumbas y panteones. Aunque la gente sí se ajusta más el presupuesto.
A las puertas del cementerio de Polloe de San Sebastián, alrededor de trece puestos ofrecían ayer plantas desde 10 euros hasta centros de 50. José Ramón Goikoetxea y su familia, que tienen dos puestos, llevan desde el sábado vendiendo flores y desde hace seis días durmiendo una media de cuatro horas para elaborar unos 600 centros florales. "Es la única forma de sacar dinero para cuando lleguen los meses malos del invierno con heladas o inundaciones", explica. Propietarios de un caserío en Martutene, cultivan verduras y flores y llevan un mes de preparativos para sacar rentabilidad a estos días.
"Sacamos dinero para cubrir los meses malos del invierno", explica un tendero
Una mujer señala que es un día en el que "nadie deja de traer flores por dinero"
Goikoetxea, que además tiene un puesto en el mercado de la Bretxa, en San Sebastián, en Pasajes y Rentería, asegura que a la hora de vender no hay diferencias con otros años y que no han bajado los precios. "El que viene con intención de comprar flores no duda pero hay quien regatea. Algunos pensionistas intentan ajustar lo máximo el precio tras recorrer otros puestos", reconoce.
Dentro del cementerio la gente va y viene cargada de ramos y centros. Una mujer limpia la lápida del panteón de la familia. Le lleva flores a su marido que murió hace tres años. Se queja de que le faltan varias: "Traje tres ramos amarillos de tela pero me faltan dos. Suele ser frecuente que la gente robe en los cementerios". Antes pagaba a una pareja para que una vez al mes limpiara la lápida pero lleva tiempo haciéndolo ella misma que acude de vez en cuando al cementerio, "y no todos los viernes como hace mi amiga Luisa", recalca.
A escasos metros, Eva, junto a su cuñada, una prima y una sobrina, descansan en un banco. "Nosotros, los gitanos, respetamos mucho a nuestros difuntos", explica una de las mujeres del grupo, "es algo que inculcamos a los niños desde que son pequeñitos", añade mientras señala a su sobrino. Eva, que tiene enterrada a su madre en Polloe y a otros familiares, no solo sube el día de Todos los Santos. "Venimos a menudo. Yo tengo a mi madre muy presente todos los días", explica mientras muestra el panteón de su familia, de apellido Jiménez, muy habitual entre las familias gitanas de Euskadi.
Por una de las calles de Polloe, una mujer lleva un sencillo ramo de margaritas rosas envuelto en papel de periódico. El nicho del familiar al que visita no permite grandes centros florales. "¿Crisis? Un día como hoy nadie deja de traer flores por dinero. La gente si hace falta tira la casa por la ventana", comenta.
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