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Reportaje:

Y Morin los llamó ye-yés

El periodista Carles Gámez dedica un libro a la revolución estética que experimentó la España de los años sesenta al ritmo del pop

¿Qué tiene en común un submarino amarillo, una rubia a caballo con una botella de coñac bajo el brazo o que un joven se dejara crecer el pelo por encima de la oreja? A primera vista, quizá nada. Sin embargo, para el periodista Carles Gámez, son símbolos de un cambio, una profunda transformación que sufrió el país en los sesenta. "Una revolución estética" que Gámez disecciona y retrata en el libro Los años ye-yé. Cuando España hizo pop (T&B Editores), que constituye un homenaje a una época efímera pero cuyo rastro se puede seguir en el arte, el diseño, la moda, la música o el cine 50 años después.

Fue una época en parte hedonista y desenfadada, pero también de revolución. "Hay que romper una lanza a favor del ye-yé, movimiento folclórico y quizá un poco superficial, pero fueron los primeros rebeldes, aunque fuera de una forma epidérmica, dejándose las patillas largas, poniéndose minifaldas y pantalones de cuadros o calcetines de colores", resume Gámez, colaborador de EL PAÍS. Y efectivamente, los jóvenes de aquella época, bautizados por el filósofo Edgar Morin como yeyés, fueron los primeros que no se peinaron como sus padres y abuelos, para escándalo de estos. Pero también, según el autor, consumieron nuevos formatos televisivos (no olvidar a Chicho Ibáñez Serrador o la mareante realización de Valerio Lazarov) mientras paladeaban una Fanta, crearon rompedores locales para bailar (boites los llamaron) o abordaron nuevas temáticas en las canciones.

Aquellos jóvenes no se peinaban como sus padres y abuelos
El rastro de aquella década se puede seguir 50 años después

Así, en 1969 Serge Gainsbourg y Jane Birkin vendieron millones de discos con los suspiros y jadeos a 45 revoluciones por minuto de la ya eterna Je t'aime moi non plus, "la primera vez que se describe y se oye en una canción el amor físico". Quizá fue esa la canción más controvertida de una década que, en lo musical, se convirtió en la época del amor, "le temps de l'amour", tal y como cantaba Françoise Hardy. Y si Raimon cantaba Treballaré el teu cos, los Beatles explicaban al mundo que "todo lo que necesitas es amor", Los Brincos contaban cómo besaban en la boca a Lola, y hasta Mari Trini se fundía como el hielo en Cuando me acaricias.

Al mismo tiempo que las letras de las canciones alcanzan temperaturas inusuales en la historia de la música, los ritmos se vuelven más sincopados. Es el pop desatado con "Londres como la nueva Meca" y decenas de grupos españoles en psicodélica peregrinación.

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Los años ye-yé... con una portada en la que Conchita Velasco da unos pasos de su Chica ye-yé (¿quién se acuerda de que formaba parte de la película Historias de la televisión?), pega así un repaso a una década en la que todos los ámbitos culturales y estéticos sufrieron un revolcón. Y ahí queda para demostrarlo la monja ye-yé, el Black is black de Los Bravos o La Familia Telerín.

Carles Gámez, autor de <i>Los años ye-yé</i>, en el restaurante Flash Flash de Valencia.
Carles Gámez, autor de Los años ye-yé, en el restaurante Flash Flash de Valencia.MÒNICA TORRES

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