La metamorfosis
Decía Alex de la Iglesia que nadie está libre de sufrir una transformación como la de La invasión de los ultracuerpos: el día menos pensado alguien deja una vaina debajo de mi cama y al despertar yo ya no soy yo, sino alguien que se me parece mucho pero que, en realidad, es un alienígena malote. Es ficción, claro, porque se trata de una metamorfosis más de documental de La 2 sobre la vida de los insectos que kafkiana. En algún momento de su ciclo vital, y sin saber muy bien a qué instinto obedecen, algunos individuos comienzan a tejer un capullo y forman una crisálida de la que surge un ejemplar totalmente distinto. Es un milagro biológico tan cotidiano que apenas reparamos en él, pero, cuando lo volvemos a presenciar, no podemos evitar la caída de mandíbula.
Ironía del destino, Pío Moa es casi con seguridad el escritor vigués de más éxito de la historia
La declaración de abandono de la actividad armada por parte de ETA de hace solo una semana (¡parece que hace siglos!) ha funcionado como si de un reportaje de David Attenborough se tratara: hemos vuelto a reparar en individuos (antes larvas, hoy imagos) y enjambres que ni fu ni fa ni todo lo contrario, entre otras cosas porque el ruido que hacen es siempre el mismo y, a la manera de la gente que vive al lado de la vía del tren o de un aeropuerto, no es que no lo escuchemos: es que ya ni lo oímos. Sin embargo, la susodicha declaración etarra ha subido espectacularmente el volumen y la frecuencia del zumbido. Diversas subespecies de la colmena mediática han desplegado sus élitros para zumbar al alimón pero, antes que las cuestiones acústicas o semánticas, hoy nos ocupan sus metamorfosis. Entre ellas, la más espectacular es la de Pío Moa.
El historiador (algunos dicen que de eso nada, monada) Pío Moa Rodríguez es casi con toda seguridad el escritor vigués de más éxito de la historia, valga la redundancia y la ironía del destino. Su participación en atentados de los GRAPO fue toda una sorpresa en el Vigo de 1975, especialmente para los que conocían a su padre, Pío Moa Banga, un respetable ciudadano esperantista, director de la sucursal junto al Mercado del Progreso de la ahora más que difunta Caja de Ahorros Municipal de Vigo, hoy bloguero audaz y en su día apodado por algunos El Vietnamita por la sonoridad de su nombre. Pero aún más sorprendente fue la conversión paulina de Pío Moa Jr. durante el singular periplo a Damasco que le llevó, en un momento dado, a posiciones no solo radicalmente opuestas a la ideología de la banda armada, sino abiertamente beligerantes contra cualquier lepidóptero que se moviese por la izquierda (incluyendo a la democracia cristiana) y no hubiera procedido a tejer el capullo para la metamorfosis.
¿Existe el instante en el que una oruga deja de serlo para convertirse en una mariposa? ¿Es el terreno político desde el zulo de ETA hasta el implante capilar de José Bono, desde la hoja parroquial hasta los Black Blocks el hábitat natural de los descendientes de Gregorio Samsa? Son preguntas que ni Attenborough podría contestar pero que están ahí, como diría cualquier moderador de cualquier tertulia televisiva. Pío Moa no es un ejemplar único: muchos otros seres humanos de ojos compuestos participan, en mayor o menor grado, de esa capacidad de transformación. Varios personajes de su misma generación (todos nacieron alrededor de 1950) hicieron uso alguna vez de ella: el también vigués Enrique Curiel (q.e.p.d.) con su deslizamiento light desde el PCE hacia el PSOE, Federico Jiménez Losantos patinando desde el maoísmo para adelantar a Mariano Rajoy por la derecha, Rosa Díez navegando, tras partir del PSOE, por la costa gallega (¿en el peor sentido de la palabra?) hasta arribar con la nave UPyD al puerto del son más bailón de peineta y taconeo... ¿Arribismo? No, por favor. Lo que ocurre es que hay mucho tráfico en las dársenas y zonas de tránsito de la metamorfosis. Un ejemplo sin mala fe: desde el PSOE se fue Paco Vázquez al Vaticano y al PSOE llegó Jorge Verstrynge desde los Guerrilleros de Cristo Rey.
Puede que rectificar sea de sabios, pero si La invasión de los ultracuerpos se hubiera rodado en Galicia el título hubiera sido bien distinto: Cousas veredes que farán falar ás pedras.
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