Gadafi, muerte de un dictador
40 años de dictadura, dicen. Hace solo cuatro años Gadafi vino en visita oficial a España. El presidente Gadafi, un buen amigo, un jefe de Estado. Y no solo para España. Muchos de los Estados de nuestro entorno trataron al libio como un igual. ¿No nos importaba el pueblo libio entonces? Desde hace pocos meses, Gadafi ya no era el presidente, era el dictador, el tirano, y así le han denominado políticos, analistas y, por supuesto, los medios de comunicación. Ahora parece que aquí todo el mundo suspira de alivio porque los propios libios han hecho el trabajo sucio liquidándole. Lo único que demuestra esto es nuestra hipocresía, somos capaces de dar palmadas en la espalda a quien sea si nos interesa, para luego darle puñaladas. Hubiera preferido que Gadafi compareciese ante la justicia. No es bueno matar a nadie, aunque sean dictadores y produzcan incomodidad.- Napoleón Pérez Farinós. Madrid.
Cuando colgaron en un sótano a Sadam Hussein nos inundaron con el eslogan de que el mundo era un lugar mejor sin él; años después, Irak parece un parque temático del atentado suicida y el mundo parece el mismo infierno de guerras y miseria. Es más, volvemos a disparar desde el aire -nosotros, la OTAN- a Gadafi hiriéndolo de muerte y siendo rematado por los milicianos, esta vez sin juicio -con la cantidad de trapos sucios de nuestras inmaculadas democracias que podría contarnos el nefasto Gadafi-, pero ya no nos atrevemos a lanzar consignas de un mundo mejor, simplemente abogamos por un proceso democrático y a otra cosa, mariposa. Últimamente parece que la ley del Oeste -la que viene de Estados Unidos y sus comandos impunes de detención-ataque en territorios extranjeros- parece imponerse. Bin Laden, que podía tener información vital sobre el terrorismo internacional, fue ejecutado sin necesidad de ello cuando estaba totalmente localizado y acorralado.
Todos los citados habían sido nuestros amigos en otros tiempos y sabían demasiado sobre nuestra doble moral y avidez de petróleo barato. No puedo dejar de pensar en los dictadores que han muerto en su cama sin probar el plomo redentor democrático occidental, aunque también me alegro por el pueblo llano de Libia, al que le espera una difícil transición y un expolio más democrático de sus inmensas reservas de gas y petróleo.
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