Estampas del Siglo de Oro
Historia verdadera de la conquista de la Nueva España
Bernal Díaz del Castillo
La conquista hispánica del Nuevo Mundo suscitó una corriente histórica situada habitualmente entre la descripción naturalista y la crónica. Estas obras, redactadas por sus propios protagonistas, conforman una nueva historiografía dotada de inmediatez y apasionamiento. Bernal Díaz del Castillo fue uno de los mejores conocedores del tema que aborda, puesto que antes de participar en la expedición de Hernán Cortés en 1519, ya lo había hecho en la descubridora de Francisco Hernández de Córdoba en 1517 y en la exploradora de Juan de Grijalva en 1518. Declara escribir "lo que yo vi y me hallé en ello peleando... muy llanamente, sin torcer ni una parte ni otra", pero también con un prurito de reconocimiento, pues "solo el marqués Cortés dicen en esos libros que es el que lo descubrió y lo conquistó, y los capitanes y soldados que lo ganamos quedamos en blanco".
Edición de Carmelo Sáenz de Santa María; introducción y notas de Luis Sainz de Medrano. Planeta, 1992.
Guzmán de Alfarache
Mateo Alemán
Una golondrina no hace verano. La novela picaresca no habría existido sin que el Guzmán de Alfarache (1599-1604) retomase el esquema del Lazarillo y profundizase en él. Ambos ofrecen la supuesta autobiografía de un pícaro, personaje cercano a la delincuencia (pero no violento), que busca la ventaja fácil e intenta siempre evadirse de la responsabilidad, pasando por oficios viles o serviles, mejor o peor remunerados, pero nunca honrosos, con caídas y recaídas en el mundo del hampa. Si Lázaro simplemente explica cómo ha llegado a su situación actual, Guzmán hace una reflexión moral desde la que juzga su vida. Mientras que aquel se limitaba a explicar su "caso", este ofrece la maduración de una perspectiva vital. De este modo, la voz del pícaro, sus reflexiones y su relato aglutinan diversos materiales (situados entre la confesión, la miscelánea y el sermón) en una unidad de profunda dimensión novelística.
Edición de José María Micó. Cátedra, 1987. 2 volúmenes. Letras Hispánicas, 1986-1987.
Rinconete y Cortadillo
Miguel de Cervantes
En esta pieza de sus Novelas ejemplares se combinan la lectura de sus precedentes del género picaresco con las experiencias de Cervantes (su estancia en la cárcel y el consiguiente conocimiento de los bajos fondos), que se reflejan también en su entremés El rufián viudo, pues ambos retratan el mundo del hampa sevillana, compartiendo diversas situaciones. La novela ensarta diversas escenas que ridiculizan la piedad mal entendida y dan una imagen en negativo de la sociedad respetable. En efecto, el hampa también tiene sus leyes, gobierno e impuestos, incluso su puntilloso sentido del honor y del decoro. Podría constituir, pues, la parodia de toda una sociedad basada únicamente en la fachada, aunque quizá el objetivo sea más concreto y la sátira cervantina se dirija solo contra quienes comparten la actitud de los rufianes y piensan que basta con guardar las apariencias.
Novelas ejemplares, edición de Jorge García López; estudio preliminar de Javier Blasco; presentación de Francisco Rico. Galaxia Gutenberg, 2005.
Don Quijote de la Mancha
Miguel de Cervantes
Ante el Quijote, ¿cómo no lamentar la pérdida del libro sobre la comedia de la Poética de Aristóteles, que ha dejado al humor sin respaldo metafísico? Así, cuando una obra en la cúspide del canon, como el Quijote, no presenta valores más allá de lo jocoso, resulta casi incomprensible, cuando no inaceptable, que ocupe semejante lugar. Sin duda, el Quijote trasciende la parodia de los libros de caballerías, pero eso se debe a su dimensión estética, antes que a la ética. Ahora bien, Cervantes no acepta confundir heroísmo con insensatez, como hace don Quijote, que no es un idealista que tropieza con la ruindad del mundo, sino un pobre hombre que, enloquecido por malas lecturas, lo entiende todo al revés, arrastrando al simple de su escudero. El afecto que siempre han suscitado don Quijote y Sancho se debe a tales singularidades y no a su presunta condición de tipos universales.
Edición de Francisco Rico. Santillana, 2007.
La vida del buscón
Francisco de Quevedo
Tercer hito de la picaresca, el buscón don Pablos coincide con Guzmán de Alfarache en haber tocado fondo, desde el cual repasa su trayectoria, pasando de actor progresivamente cínico a narrador irónico. Lo más llamativo es el distanciamiento respecto de sí mismo, mayor que Lázaro e incluso Guzmán, pues este censura al pecado compadeciendo al pecador, lo que no hace don Pablos. Podría decirse que en El buscón Quevedo se impone a su personaje y que la ligazón entre Pablos-actor y Pablos-narrador es más conflictiva que en sus predecesores. Pese a todo, este no es un puro títere en manos de su autor, sino que presenta coherencia psicológica al menos en dos rasgos fundamentales: su voluntad o, mejor dicho, su afán de medro, y su constante sentimiento de vergüenza por lo que es o por lo que hace. -
Edición de Fernando Cabo Aseguinolaza. Real Academia Española / Galaxia Gutenberg, 2011. Biblioteca Clásica, 59.
Obra poética
Francisco de Quevedo
El corpus poético de Quevedo abarca casi todos los géneros de la poesía barroca: amoroso, moral, heroico, de elogio o de circunstancias, descriptivo, religioso, fúnebre y satírico-burlesco. El hecho de que casi la mitad de sus poemas sean del último tipo (al igual que varios de sus textos en prosa) lo ha consagrado como el "poeta crítico" de su época, pero fue también un gran poeta lírico. Cultiva las diversas novedades métricas y temáticas del momento y demuestra un profundo conocimiento, no solo de las letras italianas y españolas de su época, sino de los autores clásicos y renacentistas. Bajo su pluma, la poesía moral es complementaria de la poesía satírica, ambas vienen a ser dos caras de una misma moneda, la de la crítica de costumbres unidas ideológicamente por su filosofía neoestoica, pero separadas en el aspecto formal, al estar la primera en tono serio y la segunda, jocoso.
Edición de José Manuel Blecua. Castalia, 1969- 1981. 4 volúmenes.
Vida de este capitán
Alonso de Contreras
Además de las crónicas de Indias, como la de Díaz del Castillo, el Siglo de Oro verá nacer otras manifestaciones historiográficas conexas, destacándose, por su potencial literario, las memorias o autobiografías de soldados. La más célebre es la compuesta por el capitán Contreras. En esta, como en las demás obras del género, el autor es un personaje de sí mismo, que no se construye ante los ojos del lector mediante la demorada introspección ni la detallada descripción de estados de ánimo, sino, al viejo estilo de la épica, gracias a la vigorosa actividad desplegada. En consonancia, "Contreras escribe así, escueto y sobrio, sin adornos ni bravuconadas, con espontaneidad y conocimiento íntimo de la materia. Nos dice lo que hizo y lo que fue, que no es poco. Su memoria es su orgullo, y para recordar no necesita adornos" (Pérez-Reverte).
Edición de Carmen López. Prólogos de Arturo Pérez-Reverte y José Ortega y Gasset. Reino de Redonda, 2008.
Comentarios del desengañado de sí mismo
Diego Duque de Estrada
Otra pieza fundamental entre las autobiografías soldadescas. Frente a otros autores del género, Duque de Estrada es un literato ducho, que recurre a menudo a una prosa marcadamente culterana, cuando considera que debe dar auténtico vuelo a su pluma, a tenor de los acontecimientos relatados. Como soldado experimentado, podía referirse, no sin un ocasional deje fanfarrón, a su "natural deseo de hacer cosas heroicas". Pero su actitud no es la del jactancioso miles gloriosus o vulgar matasiete. Frente al pícaro y al jaque, el soldado mantiene un código del honor (que se basa esencialmente en ser fiel a sí mismo) y un concepto de lealtad (entendida más como compromiso personal que como responsabilidad colectiva) que, por peculiares que puedan resultar vistos desde nuestra óptica, los diferencian netamente desde la mentalidad de su época.
Edición de Henry Ettinghausen. Castalia, 1982.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.