Iniesta hipnotiza al Camp Nou
Villa zanja la noche de arabescos del manchego y de Messi ante un Viktoria bien puesto en su área
El regate es la suerte suprema del fútbol, y el Barça cuenta con un driblador por excelencia de nombre Iniesta. No hay antídoto conocido para desarmar a los delanteros que tienen la habilidad de sortear a los defensas, tampoco contra Iniesta. Requiere sentido táctico y mucha técnica, e Iniesta tiene hasta encanto. Hay que ser muy artista y saber arriesgar en las zonas calientes de la cancha, e Iniesta no se adorna para quedar bien o dar munición al contrario. Los grandes regateadores han sido sobre todo extremos que han provocado pasiones desbordadas en las aficiones, e Iniesta no se adorna ni en la banda ni en la corona del área para ganarse a la hinchada sino que barre el frente de ataque como delantero total. A día de hoy hay pocos regateadores tan completos como Iniesta.
BARCELONA 2 - VIKTORIA PLZEN 0
Barcelona: Valdés; Alves, Mascherano, Abidal, Adriano; Xavi, Busquets, Iniesta (Keita, m. 85); Pedro, Messi y Villa (Cuenca, m. 87). No utilizados: Pinto, Puyol, Thiago, Maxwell y Fontàs.
Viktoria Plzen: Cech; Rajtoral, Bystroñ, Cisovsky, Limbertsky; Jiracek, Horvath; Petrzela (Darida, m. 86), Kolar, Pilar (Fillo, m. 75); y Bakos (Duris, m. 58). No utilizados; Pavlik, Trapp, Reznik y Sevinsky.
Goles: 1-0. M. 10. Iniesta marca tras un regate en el área pequeña. 2-0. M. 82. Villa caza un rechace después de una jugada de Messi.
Árbitro: Aleksandar Starev (Macedonia). Sin amonestados.
Unos 74.500 espectadores en el Camp Nou.
No hay término medio, ni truco, ni trampa: el delantero gana o pierde la pelota en el engaño, y pocas veces sale derrotado Iniesta. A veces parece incluso un asunto muy torero: burlador o burlado. Iniesta enfrenta al defensa con serenidad y sin miedo, jamás ridiculiza a su marcador sino que utiliza el regate para que sea admirado. Así ocurrió anoche en el Camp Nou. Los azulgranas se arrancaron con un surtido de toques, gambetas, taconazos y juego al primer toque que no encontró la portería por la falta de tino en el remate o por la buena defensa del Viktoria Plzen. A veces faltó precisión, en otras sobraron arabescos y de vez en cuando se interpuso un checo, que eran muchos y bien puestos en su área. Hasta que llegó Iniesta.
Iniesta y Messi mezclan muy bien porque sus combinaciones tienen siempre un punto de pausa que descoloca a los adversarios. Hay un momento en que la jugada se paraliza, el balón se suspende y nadie se atreve a mediar entre los dos grandes regateadores del Barça. Ambos tiraron un par de paredes antes de que Iniesta se presentara ante el central y lo eliminara con un sombrero delicioso: un toque sutil con la derecha para levantar la pelota ante el flequillo del zaguero y el remate ajustado al palo con la izquierda. Tic-tac, igual que si jugara a la comba, de una pierna a la otra sin parar, imposible de defender, indetectable, tan suave y dulzón que más que un caramelo pareció un beso. La suya fue una jugada para ver, admirar y aplaudir.
El gol de Iniesta tuvo un impacto sobrecogedor sobre el partido. No había jugada del Barcelona que no se comparara a la de Iniesta. A veces parecía incluso que los azulgrana competían por marcar un gol como el de Iniesta. Y no había manera porque el gol de Iniesta era muy difícil, imposible para la mayoría. Incluso Messi pareció aturdido por Iniesta y no paró de buscar el gol imposible. Las oportunidades se sucedían con relativa frecuencia y, sin embargo, no entraba el segundo gol por falta de tino barcelonista o acierto checo. Puede que hubiera también un exceso de frivolidad y de adorno en el Barça, empeñado en el juego de billar, en el regate y en el mano a mano y no en el tiro, en el adorno más que en el remate disuasorio.
El virtuosismo azulgrana dio vida al Viktoria Plzen. Los checos achicaban bien y muy de vez en cuando atravesaban la divisoria en busca de la jugada episódica que avalara su esfuerzo defensivo en el Camp Nou. No quedó exento el Barça del susto, del accidente o del error durante una hora larga. Aunque se había tomado el partido con seriedad, como quedó escrito en la alineación, el Barcelona quedó hipnotizado por el gol de Iniesta. La pelota dio en el palo un par de ocasiones, en otras el tiro se escapó por un centímetro, también se contaron oportunidades marradas por falta de concentración. El ataque y gol fue muy vivo, muy entretenido y también muy estéril: 15 ocasiones, 0 goles. Ni el propio Iniesta era capaz de repetir la jugada de gol.
Los minutos pasaban y el marcador se había quedado parado en el 1-0, un guarismo preocupante en el Camp Nou, más que nada por el empate que consiguió en el último minuto el Milan. Hasta que apareció Villa y resolvió el partido en el minuto 82 después de un tuya mía con Messi. Nada mejor que un ariete clásico, un goleador por excelencia, para zanjar un asunto tan artístico como el planteado por Messi e Iniesta.
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