Maniobra
Cuando aún se procesan en los cuarteles generales de los grandes partidos el indudable éxito de las manifestaciones del 15-O y lo que significa de desapego hacia las instituciones y sus representantes, los hechos vienen indicando que existe poca, por no decir que ninguna, disposición a cambiar hábitos que hagan, al menos, más creíble la acción política. Mientras crece la intolerancia hacia cualquier signo de corrupción, en determinados ámbitos seguimos como siempre: echándole la culpa al empedrado cuando no a turbias maniobras políticas urdidas por el contrario junto a jueces, fiscales, policías, periodistas y todo lo que sea preciso. En este sentido, resulta cuando menos asombrosa la actitud del PP de seguir amparando a uno de los autores de uno de los mayores escándalos vividos en Cádiz como es el registrado en la Zona Franca. Los dos gestores nombrados en su día por gobiernos populares, Manuel Rodríguez de Castro y Miguel Osuna han sido declarados responsables contables del desbarajuste que se produjo en este organismo estatal y que ha supuesto un agujero de 4.321.000 euros, una considerable cantidad que ambos han de restituir según una reciente sentencia del Tribunal de Cuentas.
Si bien todavía cabe el recurso correspondiente, la resolución pone de manifiesto la falta de control, el despilfarro y el latrocinio que se estaba cometiendo sin que en ningún momento se pusieran los medios para evitarlo. Y aún queda por cerrarse la vía penal. Pues bien, a pesar de la contundencia del pronunciamiento judicial, ahí está el PP gaditano tratando de hacer una raya en el agua y salvar de la quema, al menos, a Osuna y no en cambio a Rodríguez de Castro, cuyo aterrizaje en Cádiz se produjo por todo lo alto, bajo el manto protector de la alcaldesa, Teófila Martínez y llegado directamente de los despachos de Génova. Un brillante gestor, se decía entonces, que les salió rana. No así en el caso de Osuna, al que consideran victima de la consabida maniobra política que ha dado pie a esa sentencia, precisan. La verdad es que se esperaba más de los populares. Enfrascados como están en la caza y captura de cualquier tropelía cometida en el caso de los ERE, una reacción tan tibia, cuando no protectora, les resta credibilidad y dice bien poco de las alternativas que pudieran plantear en la lucha contra la corrupción.
Cogidos con las manos en la masa, ambos representantes han pagado hasta ahora con el ostracismo pero de ningún modo han contado con la desaprobación y el castigo de su propio partido. De seguir las cosas así, no es de extrañar que de cara a las próximas manifestaciones haya más indignados todavía.
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