"No ocurren en un ámbito de libertad"
Que los colegios mayores intenten poner coto a una práctica que la ley ya condena dice mucho de la aceptación social de la que todavía goza la burla al novato. Cambiar esa mentalidad es lo que se ha propuesto la psicóloga Loreto González Dopeso, al frente de una asociación recién creada en A Coruña, No más novatadas, inmersa desde el inicio del curso académico en la elaboración de un repertorio de los agravios más frecuentes en los colegios mayores de toda España. Dopeso defiende que, como en su día la violencia machista o el acoso laboral, las novatadas sobreviven a la ley que las veta porque amplios sectores de la sociedad las justifican con el argumento de la integración. La novatada sociabiliza, curte en la vida estudiantil y hace más fuerte al recién llegado. "Establece una relación de dominio entre novato y veterano, dentro de un ámbito de jerarquía", apunta, por lo contrario, Dopeso.
Pero a pesar de sus defensores y practicantes, la psicóloga percibe "que se está creando un movimiento social al menos de perplejidad". Lo ocurrido en Santiago la semana pasada ilustra hasta qué punto la novatada puede esconder una agresión. "Están ocurriendo cosas muy serias. Estas prácticas están prohibidas pero los estudiantes han hecho lo que les ha dado la gana sin que nadie dijese nada. El novato desarrolla una especie de Síndrome de Estocolmo, cambia su criterio moral y procesa lo que le pasa como algo divertido", explica.
"Voluntad manipulada"
En cualquier otro ámbito, dormir debajo de la cama de alguien por el simple hecho de que es más veterano -una novatada clásica- sería impensable. Ni siquiera es excusa, insiste la psicóloga, que el juego sea opcional. "Trasladémoslo al trabajo o a la pareja. ¿Alguien puede pensar que algo así ocurre en un ámbito de libertad? La voluntad del novato es una voluntad manipulada", señala.
Dopeso ha acumulado un buen repertorio de novatadas, unas inocentes, otras de dudosa gracia, como someter al nuevo a una ducha de agua fría, vaciarle la habitación u obligarlo a permanecer en posición sentada, sin silla, hasta que le fallan las piernas y se cae al suelo. Apenas hay demandas judiciales por casos como este, se hace borrón y cuenta nueva", lamenta.
Dopeso recuerda la experiencia de un joven de Vigo, estudiante en Madrid, que después de denunciar una agresión tuvo que marcharse de la residencia porque el resto de colegiales le hacía la vida imposible. "A los veteranos, después de unos días de expulsión, los recibieron como a héroes".
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