La vida desde la cabina de un camión
Pablo Giorgelli firma con 'Las acacias' un brillante estreno cinematográfico
Cualquier periodista que asistiera a la gala y a la rueda de prensa de Cannes recuerda los balbuceos de emoción del argentino Pablo Giorgelli cuando ganó la Cámara de Oro con Las acacias, que premia la mejor película de un debutante que participe en cualquier sección del certamen francés. "Mi inglés no era bueno, es cierto. Pero es que además estaba muy muy emocionado. Entiéndeme". Lógico. Pero la Cámara de Oro no ha sido su único triunfo. Por ahora la racha se cierra con el premio Horizontes Latinos a la mejor película de la sección dedicada al cine sudamericano en el certamen de San Sebastián. Y eso que Las acacias, que se estrenó ayer en España, podría parecer a primera vista una película sencilla: un camionero recoge en su trayecto de Asunción (Paraguay) a Buenos Aires (Argentina) a una mujer y su hija de cinco meses. La relación nace y crece en la cabina del vehículo, llena de silencios, miradas y medias verdades. "Quería que el espectador hiciera el viaje con nosotros. En el fondo es una historia de amor clásica, con sus silencios, eso sí".
El argentino ganó la Cámara de Oro en Cannes al mejor director debutante
El giro final, en el que al público le queda el descubrimiento de la abismal incomunicación que separaba a los personajes, es uno de esos que se quedará en la memoria de los cinéfilos. "No destripemos, aunque sí quería aclarar que el mundo no siempre se atiene a los esquemas que prefijamos, que la vida esconde sorpresas". Y Las acacias esconde una de ellas.
Giorgelli ha sido montador durante años. Decidió saltar a la dirección y amasó el guion mucho tiempo. "Coincidió con mis dudas sobre ser padre, y mi reflexión acerca de mis relaciones familiares y creo que eso se ve en pantalla". Las acacias nace de una crisis vital de Giorgelli, de 44 años, cuando se divorció, perdió su trabajo, casi se queda sin casa y murió su padre. "Necesitaba mi ritmo para asumir todo eso y hacer el filme. También pasé mucho tiempo buscando a camioneros que pudieran actuar, convencido de que eso le daría verosimilitud a la historia. Y de repente apareció un actorazo como Germán de Silva y me olvidé de los chóferes". El rostro calmo de De Silva y su forma de narrar a través de los ojos añaden fuerza a la relación que nace con esa mujer y su hija. "El bebé marcó la filmación: seguimos sus tiempos, esperamos a sus reacciones y a cambio ella enriqueció la pantalla".
Bebé aparte, otro elemento fundamental de Las acacias es el espejo retrovisor de la puerta del camión. Casi nunca vemos la carretera desde el punto de vista del conductor, lo que va a venir, sino que estamos observando el perfil de Germán y, en mitad del encuadre, el espejo, donde vemos reflejado lo que va quedando atrás. En Las acacias se avanza constantemente. Sin música, con un ritmo pausado, el filme crece poco a poco dentro del espectador. "Tiene que ser así, porque este camionero es un poco personaje solitario de western, de esos que empiezan pétreos y poco a poco, en los 1.500 kilómetros de ruta, se van ablandando, transformando". Lo mismo le pasó a Pablo Giorgelli cuando remató el rodaje: tuvo que trabajar duro, transformar durante siete meses en la mesa de montaje, junto a su nueva esposa, lo filmado hasta decantar un metraje final de 85 minutos, un recorrido que pasa de la incomodidad en la cabina hasta el descubrimiento del ser humano que todos llevamos dentro.
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