Bajo el uniforme del poder
Mañana con EL PAÍS, primera entrega de la Biblioteca Mario Vargas Llosa, 'La Fiesta del Chivo' por 2,95 euros
El propio Mario Vargas Llosa se ha preguntado en alguna ocasión, como consta en un par de entrevistas, sobre el porqué del enorme éxito de La Fiesta del Chivo. No es que menosprecie la que sea quizá su obra más vendida de los últimos tiempos, sino que le pone igual pasión a todas sus novelas y algunas gozan de mayor favor por parte del público. Intentemos explicar las razones de esta masiva aceptación en todo el mundo, desde que se publicó por primera vez en 2000.
La Fiesta del Chivo cumple, por un lado, todas las exigencias del best seller: suspense sostenido, aventura, tragedias personales ocultas y después reveladas, conspiración, sexo (más del lado del terror que del placer), personajes honestos y un ser todopoderoso que encarna el mal. Pero, sobre todo, es una historia apasionante que se mueve entre los hechos reales y la ficción con inquietante facilidad. Un territorio para la escritura que parece tener cada día más adeptos, quizá seducidos por la afinidad entre la literatura y la vida cotidiana, en contraste con la historia contada por los historiadores, más distante y difícil de asimilar.
Por otro lado, carece de todos los vicios de la literatura de consumo. Vargas Llosa es un gran arquitecto de la novela y en La Fiesta del Chivo da una muestra de cómo se puede manejar el relato mezclando varios planos narrativos, épocas distintas, monólogo interior y datos históricos sin que el lector se pierda en la continuidad del argumento. La penetración psicológica que consigue le da incluso mayor relevancia a este sólido castillo literario. Sin olvidar la precisión del lenguaje, su eficacia.
La reconstrucción que hace el Nobel de Literatura de 2010 de los últimos días en la vida del dictador dominicano Leónidas Trujillo son producto de un amplio y profundo trabajo de investigación histórica. Pero su talento radica precisamente en el aparato de la ficción. La novela basada en hechos reales debe digerirlos completamente para ser capaz de armar una trama lo más perfecta posible. Algo que Vargas Llosa ha conseguido plenamente en novelas como Conversación en La Catedral o La guerra del fin del mundo.
Leónidas Trujillo murió asesinado en 1961, a los 70 años y después de ejercer una inflexible dictadura durante tres décadas. La Fiesta del Chivo empieza con la llegada de Urania Cabral a Santo Domingo, muchos años después, cargada de pesar, de curiosidad y de heridas del alma aparentemente cicatrizadas. La memoria que ella guarda de esos turbulentos días de violencia y terror va completando un rompecabezas en el que no encajaban ciertas piezas. Es un retrato del poder y del completo dominio sobre una población que se sometió a él. Y ese aspecto es uno de los que más interesó desarrollar al escritor. "De La Fiesta del Chivo, lo que más me fascinó es la relación subjetiva que llega a establecerse entre el dictador y su pueblo", afirmó el autor en su momento. "Esa especie de vasallaje espiritual, que va más allá de la simple servidumbre por culpa de la coacción o el temor. Cuando (los caudillos) llegan a controlar no solo la esfera cívica, sino la familiar, la profesional". La Fiesta del Chivo es también, por extensión, un retrato en el que cabría reconocer a la mayoría de los dictadores y sus prácticas despóticas e inhumanas.
Esta primera entrega de la Biblioteca Vargas Llosa, patrocinada por Telefónica, ofrece una excelente oportunidad de renovar los mejores lazos con la ficción y también con la realidad, con la historia y con el talento de un gran escritor. Un libro que abre el apetito por la lectura.
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