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Columna
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La comuna

Un anciano vecino mío del Madrid-Malasaña que luchó primero contra los franceses (en sueños) y luego contra los nacionales (con munición) me contó una vez una historia de su infancia. Había en el Parque de El Retiro a finales de los años veinte una atracción muy vistosa y pedagógica que consistía en hacer ver a los niños dos modelos de sociedad: la burguesa, y se enseñaba una mansión con todo el confort de la época, y la de los pobres, que vivían en un chamizo , y se mostraba la pobreza con toda su mugre.

Aquella vieja lección de pedagogía de los tiempos de Primo de Rivera (la letra con sangre entra) me recuerda a lo que estos días está pasando en Galicia: a Méndez y Gayoso se les concede como premio a toda una carrera amasando dinero ajeno unos milloncejos de euros como bien merecido retiro, mientras Feijóo llama a las puertas del Banco de España sin entender, como han hecho otros insistentemente, que el dinero no tiene color y mucho menos patria. Pongo un ejemplo a vuelapluma: Suiza no tiene ejército, ni las Bahamas tampoco, su defensa es ser paraísos fiscales, esa definición del nuevo Edén de la Edad Moderna.

A las cajas iban a pasar la tarde señorones en coche oficial viendo cómo repartir prebendas

Paso la cámara ahora a una mesa del San Froilán en Lugo donde Rubalcaba está tomando el pulpo con José Blanco mientras el abucheo del personal se hace cada vez más ostensible fuera de la pulpería. Rubalcaba, que de niño posó con Gento, dice en el mitín a los padres de Blanco: "¡Podéis estar orgullosos de vuestro hijo!". Fuera de la carpa la gente sigue silbando quizás porque Blanco es de Palas de Rei y ha llegado a ministro de Fomento, tal vez porque ha hecho ganar dos elecciones a Zapatero (la cosa tiene mérito) o quizás esos que ponen el pulgar hacia abajo se huelen que el caso Campeón tiene futuro en la prensa deportiva.

La crisis tiene la propiedad de la dieta Dukan que tantos cuerpos lozanos está dejando en las cunetas tanto de la belleza como del sacrificio. Se puede comer de todo y todo adelgaza si no se mezcla, dicen los acólitos, tal es así que los banqueros seguirán siendo banqueros y los mileuristas, mileuristas, sin que nadie se lleve a engaño, porque adelgazar lo que se dice adelgazar lo hacen los de siempre y los otros si acaso porque les peta o no les da la gana de apretarse el cinturón.

Volvamos a la lucha de clases, o mejor a la hucha de clases. Las cajas de ahorros -por mucho que se diga- fueron un gimnasio al que iban a pasar la tarde unos cuantos señorones con coche oficial viendo cómo repartir las prebendas y las obras pías mientras el agujero iba cobrando las dimensiones del CERN de Ginebra, aunque ellos fumando un puro pensaban en lo bien blindado que estaba su contrato. Ahora que todo el mundo se rasga las vestiduras, ahora que todo el mundo entiende un poco más de banca y de dignidad, puede decirse que Méndez y Gayoso son tan inocentes como aquellos ejecutivos de AIG que se fueron de rumba por California gastando 443.000 dólares en lujos (básicamente champán y mujeres) una semana después de que el Tesoro americano les inyectara un chute de 85.000 millones de dólares.

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Pero sigamos dándole a la manivela. Mientras todo eso ocurre, y va a seguir ocurriendo del Mediterráneo a Ortegal, hay alguien que hace años desertó del trillado camino del capital y se echó al monte quizás con mejor fortuna que aquellos maquis del franquismo. En montanera viven los miembros de la comuna de Negueira de Muñiz que, en una de las zonas más despobladas de Galicia, han izado la bandera de la autogestión: leña por manzanas, cerámica por castañas, cabras por estrellas y queso por pasto, que ahí sigue persistiendo aquella vieja llama libertaria o mística (nunca se sabe) que ya propuso el modelo en la crisis de los años setenta (aquella bendita crisis del petróleo). Son paisanos del monte comunal (el mancomún) que mantienen un camino en las antípodas de los Méndez, según nos cuenta Alberto Leyenda en estas mismas páginas.

Los caminos para hacerse rico hasta la obscenidad o pobre de solemnidad son infinitamente variados, pero en algún momento confluyen ambas trayectorias. Galicia tiene una larga tradición tanto en las vías más santas como en las más estraperlistas. Desde Prisciliano a la farsa de Novacaixagalicia hay tela que cortar. Vamos a divertirnos, estoy seguro.

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