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Golpe a la red terrorista

Obama: "Es un hito para la derrota de Al Qaeda"

El Aulaki, que había nacido en Estados Unidos, no estaba acusado de ningún delito ni había sido juzgado en su país

Antonio Caño

Barack Obama valoró ayer la muerte de Anwar el Aulaki como "otro hito en el camino hacia la derrota de Al Qaeda y sus afiliados". Los investigadores norteamericanos consideran su desaparición el mayor logro de la lucha antiterrorista desde la eliminación de Osama bin Laden y, aunque alcanzó notoriedad sobre todo por sus prédicas religiosas extremistas en Internet, se le atribuye desde hace tiempo una destacada responsabilidad operativa.

El presidente norteamericano, en el acto oficial de despedida del Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de EE UU, almirante Michael Mullen, calificó el ataque que acabó con la vida de El Aulaki como "un gran golpe contra Al Qaeda" y aludió al clérigo nacido en territorio estadounidense como el principal responsable de Al Qaeda en la Península Arábiga, "la rama más activa" de la red creada por Bin Laden.

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Obama advirtió que ese golpe demuestra, además, la decisión de su Administración de perseguir sin tregua a los cabecillas terroristas allí donde se encuentren. "Al Qaeda no va a encontrar un santuario en ninguna parte del mundo", aseguró. El Gobierno de Obama ha multiplicado en los últimos meses este tipo de ataques selectivos, especialmente con aviones sin tripulación (drones) en Afganistán, pero también en Pakistán, Somalia y Yemen.

La muerte de Al Aulaki es fruto de una compleja operación de los servicios de inteligencia de EE UU, que estuvieron siguiendo muy de cerca sus pasos desde hacía, al menos, un par de semanas. En ella intervinieron agentes de la CIA sobre el terreno y fuerzas del Comando Conjunto de Operaciones Especiales, el mismo que llevó a cabo el asalto y la muerte de Bin Laden.

Antes de tener tiempo para efectuar pruebas de ADN o tomar fotografías del cadáver, las autoridades estadounidenses dieron ya por seguro que El Aulaki era uno de los muertos en el ataque, realizado por drones, con el apoyo de aviones convencionales. Eso hace pensar que el líder religioso estaba muy estrechamente vigilado por los servicios de seguridad norteamericanos, incluso que agentes de este país pudieron presenciar lo ocurrido en el mismo lugar de los hechos.

La muerte de El Aulaki demuestra una nueva y sorprendente eficacia de las operaciones diseñadas entre la CIA y el Pentágono para eliminar a dirigentes terroristas. Ante el inminente final de la guerra de Irak y el comienzo de la retirada de Afganistán, esa fórmula se va imponiendo, sobre la guerra convencional, como la vía más adecuada para hacer frente a este tipo de enemigos.

La colaboración entre la CIA y la Secretaría de Defensa, que en el pasado era difícil, ha ido creciendo paulatinamente desde que Obama está en la presidencia. El máximo exponente de esa conexión es el nombramiento del célebre general David Petraeus como director de la agencia de espionaje, donde ejerce desde comienzos de este mes.

Pero la muerte de El Aulaki tiene otro ángulo que ha llamado la atención de las organizaciones de derechos humanos. El Aulaki no estaba formalmente acusado de ningún delito ni había sido sometido a ningún proceso en EE UU. A diferencia de Bin Laden, quien asumió la responsabilidad del 11-S y contra quien habían aportado pruebas muchos de los detenidos después de aquel episodio criminal, El Aulaki nunca había reconocido públicamente su vinculación con ningún acto terrorista.

El Aulaki, además, nació en Nuevo México y, aunque sus padres son yemeníes y reside en su país de origen desde hace años, su muerte ha despertado una polémica sobre la legitimidad del Gobierno para matar a un ciudadano norteamericano contra el que no existe ninguna orden de captura emitida por un tribunal. Existe el agravante de que, junto a él, murió ayer otro militante nacido en EE UU, Samir Khan, quien se ocupaba de publicar una revista de Al Qaeda llamada Inspire.

Las pruebas más fuertes contra El Aulaki son, según los investigadores norteamericanos, las confesiones del nigeriano Omar Faruk Abdulmutallab, que fue detenido cuando se disponía a explotar una bomba en un avión en Detroit en la Navidad de 2009. Se demostró que Abdulmutallab había viajado a Yemen para recibir instrucción militar y, posiblemente, los explosivos para su atentado. Las autoridades norteamericanas también vinculan a El Aulaki con el soldado de EE UU Nidal Malik Hassan, que mató a 13 compañeros en la base de Fort Hood en 2009.El múltiple asesino declaró que el clérigo yemení, que frecuentemente alentaba a la violencia contra EE UU, era su "inspiración" y su "héroe".

El presidente de EE UU, Barack Obama, en el acto de relevo del jefe del Estado Mayor.
El presidente de EE UU, Barack Obama, en el acto de relevo del jefe del Estado Mayor.K. LAMARQUE (REUTERS)

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