El 'double dip' y la 'triple d'
La asamblea de otoño del Fondo Monetario Internacional se está celebrando en medio de un nuevo episodio de crisis económica y financiera global. La directora gerente de este organismo, la francesa Christine Lagarde, ha estrenado su puesto en un momento especialmente delicado y parece haber dado órdenes a sus funcionarios de hablar con claridad y poner los puntos sobre las íes. Para empezar, el informe sobre Perspectivas de la Economía Mundial (WEO en inglés) ha mostrado un notable cambio de tendencia sobre el último documento de abril. Si en primavera el FMI daba por encarrilada la recuperación económica, ahora vuelve con fuerza la amenaza de una recaída, apareciendo otra vez el fantasma del double dip; o, lo que es lo mismo, la vuelta a la recesión en los países desarrollados.
Los líderes mundiales siguen sin ponerse de acuerdo sobre lo que hay que hacer
Los inversores parecen más preocupados por la debilidad de la economía que por los déficits públicos
Además, los líderes del FMI han llamado la atención sobre la necesidad de recapitalizar los principales bancos europeos, por el efecto que podría tener sobre ellos la crisis de la deuda soberana de los países periféricos de la zona euro y han criticado abiertamente la gestión de los políticos europeos. "Hay una sensación generalizada de que los políticos europeos van un paso por detrás de los mercados", afirmó el martes el economista jefe del Fondo, Olivier Blanchard.
En la misma línea, el español José Viñals, exsubgobernador del Banco de España y actual director de Asuntos Monetarios del FMI, señaló que "hemos vuelto a la zona peligrosa" y justificó la creciente falta de confianza mundial en los que denominó la "triple d": "Débil crecimiento, débiles balances bancarios y débiles decisiones políticas". Y, como trasfondo en todas las reuniones, el debate sobre si hay que continuar con las medidas de austeridad o si es necesario lanzar incentivos para el crecimiento económico en los países desarrollados.
Las reuniones de otoño del FMI siempre tienen un guión parecido. Comienzan con la presentación del World Economic Outlook, que marca el tono de lo que luego irá sucediendo en todas las reuniones y contactos informales. Después vienen otros informes y las esperadas conferencias de prensa de los máximos responsables del Banco Mundial y el propio Fondo, que van fijando posiciones para las cumbres de los distintos ges: G-8, G-20, G-24... Cada uno de ellos concluye con un comunicado de consenso, a cuya elaboración suelen dedicar sus sherpas más de la mitad de la reunión. Cientos de periodistas acreditados corren en busca de cada comunicado, que intentan interpretar acercándose a los protagonistas.
Además, se celebran las sesiones plenarias de la Asamblea, en las que se suceden las intervenciones de los ministros de Economía de los países miembros (que suelen hablar para un grupo reducido de invitados y periodistas de su país). Y, todo ello, sin olvidar lo que se llama "el circo", que no es otra cosa que decenas de recepciones, cócteles y actos culturales organizados por los principales bancos del mundo. Todos los banqueros que se precien viajan cada año en septiembre a Washington (u otra capital mundial, cada tres años), para verse y comentar la situación en reuniones vis a vis. Por lo que me dicen, este año, el ambiente del circo y de los encuentros personales es más pesimista que nunca.
Y es que la palabra que más se está utilizando estos en días en Washington es preocupación. Tanto los líderes políticos y económicos como los expertos, los banqueros, analistas y periodistas están muy preocupados por la derrota que está tomando la crisis. Además, los denominados mercados, han notado esa preocupación y han actuado en consecuencia, aplicando un severísimo correctivo desde el miércoles a las Bolsas y los mercados de deuda en todo el mundo. El mensaje que parecen enviar los inversores es que no están preocupados por los déficits públicos o la deuda soberana, sino por la debilidad de la economía.
El problema es que, a medida que pasan los días desde que el martes se dio el pistoletazo de salida de las asambleas del FMI y el BM, los líderes mundiales siguen sin ponerse de acuerdo sobre lo que hay que hacer para atajar la crisis y volver cuanto antes a la senda del crecimiento económico sostenido. Días antes de que comenzaran las reuniones, el diario económico estadounidense The Wall Street Journal aconsejaba a Lagarde en un artículo titulado Tres botones que el FMI debería pulsar. Esos tres consejos para evitar el double dip eran: 1. Promover estímulos de crecimiento tras dos años de austeridad. 2. Presionar a Europa para que deje de vacilar. 3. Convencer a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) para que adopten un mayor protagonismo en la crisis.
En la misma línea, tres exmandatarios mundiales (el español Felipe González, el británico Gordon Brown y el mexicano Ernesto Zedillo) reclamaban el jueves en La Cuarta Página de EL PAÍS, que el G-20 se pusiera serio para evitar una nueva recesión en las economías desarrolladas y un nuevo caos financiero.
La pregunta que surge en todos los foros es ¿qué hacer para evitar que el double dip se haga realidad? Y no hay una respuesta de consenso. Todavía está muy reciente el intento fallido del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, ante los líderes europeos, de que la zona euro se olvide de las políticas de austeridad por un tiempo y apruebe medidas de estímulo económico. El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, urgía el jueves en su comparecencia ante los medios a que "los países avanzados tomen medidas para evitar la recaída en recesión". Y el FMI insistía en que el Banco Central Europeo baje cuanto antes los tipos de interés para incentivar el crecimiento.
Esta es la pregunta para el debate de este foro: ¿debe Europa hacer un paréntesis en sus políticas de austeridad y lanzar incentivos que eviten una segunda recesión?
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