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Análisis:Economi$mo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Quién manda en el BCE?

Cuando a Alan Blinder (que fue vicepresidente de la Reserva Federal entre 1994 y 1996, con Alan Greenspan) le preguntaron al volver a Princeton quién mandaba en la Fed, este economista norteamericano que había formado parte de la Administración de Bill Clinton fue muy claro: "En la Reserva Federal, el poder se reparte en tercios: un tercio para el presidente; otro, para el Consejo de Administración, y otro, para el staff". Luego precisó que lo importante era que todo ese poder conjunto se mantuviera independiente del poder político.

Si hiciéramos esa misma pregunta en el Banco Central Europeo (BCE), la respuesta sería parecida, aunque la conclusión muy diferente: manda Alemania. Probablemente se pueda repartir en los mismos tercios. Sin embargo, el primer ejecutivo del BCE -el presidente- siempre ha compartido una parte de su cuota de poder con el economista jefe, que casualmente siempre ha sido un alemán (y además forma parte del consejo), al igual que los primeros niveles del staff. Así sucedió con Wim Duisenberg y Otmar Issing y con Jean Claude Trichet y Jürgen Stark. Por eso, la dimisión de Stark hace 10 días hay que leerla en clave política alemana, al igual que la renuncia meses atrás de Axel Weber, el también alemán al que todos daban como próximo presidente del BCE.

Sería iluso pensar que Alemania renuncia a un papel estelar tras la salida de Weber y Stark
Los presidentes del BCE siempre han compartido una parte de su poder con el economista jefe, alemán

Esa enorme influencia de Alemania en el Banco Central Europeo puede ser la explicación para algunas de las decisiones tomadas por esta institución en los últimos años y, por supuesto, para algunas de las no adoptadas. El ejemplo más claro fue la decisión del pasado 7 de abril, en la que el BCE subió los tipos de interés para la zona euro, ante la posible tensión inflacionista derivada de los conflictos del norte de África, que situó los precios del petróleo por encima de los 120 dólares.

La autoridad monetaria europea desoyó las voces de muchos expertos sobre los efectos nocivos que tendría esa subida en la incipiente recuperación económica de los países europeos más castigados por la crisis y se fijó más en el crecimiento de la economía alemana, que había batido récords en el primer trimestre de 2011. Cinco meses después, el propio BCE ha empezado a lanzar mensajes de que muy pronto volverán a bajar los tipos, ante el fantasma de la segunda recesión en Europa.

Además, llueve sobre mojado. Precisamente ahora que se cumplen los tres años de la quiebra de Lehman Brothers, toda Europa se acuerda del error cometido por el BCE en julio de 2008, al subir los tipos de interés hasta el 4,25% (para frenar una inflación que había llegado al 2%, con el precio del barril de Brent en 150 dólares), y que tuvo que corregir antes de que acabara el año, iniciando una rebaja escalonada hasta situarla en el 1% (mayo de 2009), manteniéndose invariable hasta la discutida decisión de abril pasado.

Jürgen Stark ha justificado su dimisión aduciendo motivos personales. Aunque luego se ha hartado de declarar ante los periodistas que no estaba de acuerdo con la decisión del BCE de comprar bonos españoles e italianos. También Axel Weber había mostrado su oposición a las primeras compras de deuda griega, irlandesa y portuguesa antes de dimitir. Y otros muchos políticos alemanes (la mayoría de la todopoderosa región de Baviera) han llegado a decir que las compras de deuda por parte del BCE contradicen el Tratado de Maastricht.

Sin dudar de la palabra de Stark y de Weber, sí habría que recordar que lo que prohíbe explícitamente al Banco Central Europeo el Tratado de Maastricht es financiar a los Gobiernos, dar créditos directos o comprar deuda en el mercado primario. Nada dice de la compra en el mercado secundario, que es donde ha intervenido el BCE ante las crisis de Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia.

Probablemente, Stark se refería más al espíritu del Tratado que a la letra, y, probablemente, también quería llamar la atención sobre la falta de ortodoxia de la autoridad monetaria europea ante algunos de los episodios de los últimos tres años de durísima crisis financiera mundial. Pero lo que se le ha olvidado mencionar al ya dimitido economista jefe del BCE son sus errores a la hora de leer el ciclo económico en la zona euro.

No es casual que Stark presentara su dimisión un viernes, un día después de que se celebrara la reunión del Consejo del Banco Central Europeo en la que la mayoría de sus miembros expresaron la necesidad de dar marcha atrás en la decisión de subida de tipos de abril propuesta por el economista jefe. ¿Irresponsabilidad o cobardía? Da lo mismo. El caso es que la decisión de Stark de abandonar el barco fue inoportuna, con una elección del momento explosiva que motivó una nueva tormenta financiera en todos los mercados europeos.

Sería iluso pensar que con la salida de Stark y la renuncia de Weber a ser presidente del BCE, la todopoderosa Alemania vaya a renunciar a tener un papel preponderante en la autoridad monetaria europea. El nuevo presidente, el italiano Mario Draghi, que tomará posesión el próximo 1 de noviembre, con un mandato de ocho años, ha salido del consenso franco-alemán y tendrá un economista jefe y un staff germanos. Eso sin contar con la influencia de Angela Merkel en todas las decisiones europeas.

Sea como fuere, el todavía presidente del BCE, Jean Claude Trichet, ha aprovechado este lapsus provocado por la renuncia de Stark para unirse a la Reserva Federal y a los reguladores monetarios de Japón, Reino Unido y Suiza en una acción coordinada para inyectar liquidez en dólares al sistema financiero europeo. Una medida anunciada el jueves y que provocó una oleada de subidas en todas las Bolsas mundiales. La medida favorece, sin duda, a todos los bancos europeos (especialmente a los franceses), que estaban siendo arrastrados en los mercados por una supuesta falta de liquidez ante el efecto contagio de la crisis de solvencia griega.

El Banco Central Europeo ha actuado esta vez con agilidad, ganando tiempo ante la entrada en vigor del nuevo Fondo de Rescate Europeo (EFSF, por sus siglas en inglés), pendiente de aprobación por algunos Parlamentos de los 17. También está pendiente de discusión la propuesta del presidente del Ejecutivo comunitario, José Manuel Durão Barroso, de emitir eurobonos, aunque cuenta de entrada con la oposición del Gobierno alemán. Este es un asunto que merece otro artículo.

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