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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

En tiempos de crisis, haced mudanza

Desde finales del siglo XX, la concepción de que la investigación es una actividad fundamental para asegurar el bienestar y el progreso ha sido decididamente asumida por los políticos de los países desarrollados, lo que ha traído consigo un mejor apoyo económico a la investigación y, en paralelo, una presión social creciente para que ésta se oriente preferentemente hacia temas relevantes para el progreso humano. No es de extrañar que la investigación biomédica, cuyo fin es la protección y mejora del bien más deseado -la salud- haya adquirido en las últimas décadas una especial prominencia.

España también parece haber apostado decididamente por la Ciencia como fuente de progreso y, desde una perspectiva general, cabe afirmar que hoy ocupa una posición razonablemente satisfactoria en el panorama científico mundial. Esta conclusión es particularmente aplicable al campo de la investigación biomédica, cuyo avance en nuestro país desde los años ochenta, ha sido especialmente destacado. La Comunidad Valenciana ha seguido esa tendencia general y ha conseguido mantener un puesto prominente en el panorama científico nacional.

El desarrollo de la investigación biomédica no se ha planteado en serio
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Sin embargo, si se analiza con más detenimiento y espíritu crítico su situación actual, resulta evidente que el desarrollo de la investigación biomédica valenciana se ha apoyado sobre todo en iniciativas de grupos o líderes científicos dispersos en universidades y hospitales o en decisiones políticas individuales, muy personalistas. En ocasiones, la aparición de grupos valiosos de investigación en un terreno concreto ha sido el efecto colateral, no particularmente perseguido, de la creación de nuevas universidades, facultades o centros públicos de investigación generalista. No se ha llegado a plantear seriamente en la Comunidad Valenciana, desde su existencia como tal, un proyecto de desarrollo de la investigación biomédica con objetivos claramente definidos y priorizados y una adscripción planificada y estable de recursos financieros y humanos, buscando su deseable articulación con los servicios de salud. Sanidad y Educación han puesto en marcha iniciativas de nuevos centros y programas de apoyo y financiación de la investigación biomédica casi sin consultarse. Las universidades han seguido practicando su tradicional política individual de intentar contentar a todo el profesorado, al margen de la calidad, oportunidad o utilidad de sus líneas de trabajo científico y los organismos públicos de investigación han ignorado las necesidades del entorno local. Todo ello ha generado un entramado de grupos y centros de investigación biomédica pequeños o grandes, dependientes de hospitales, universidades o fundaciones públicas y privadas; con equipamientos frecuentemente desajustados a sus dimensiones y posibilidades de amortización; plantillas heterogéneas y duplicaciones o carencias injustificadas. Un sistema que, con todo y en conjunto, ha proporcionado los resultados generales positivos antes mencionados, pero que resiste mal un análisis crítico de eficiencia y relación calidad-coste.

La percepción optimista de que la investigación médica crecía regularmente en la Comunidad y que los dineros autonómicos, estatales y europeos no iban a agotarse, ha tapado o excusado benévolamente estas distorsiones así como decisiones sobre la planificación y gestión de la investigación biomédica difícilmente justificables, adoptadas por políticos, pero también interesadamente urgidas por los diferentes agentes implicados en cada caso en la investigación biomédica y la complicidad silenciosa de los demás.

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La bonanza ha llegado a su fin. Es tiempo no tanto de buscar presuntos culpables en el pasado, como de planear con realismo el modo más certero de conservar lo mejor del actual sistema valenciano de investigación biomédica. Éste, para avanzar en el futuro, requiere del agrupamiento y proximidad física de científicos de laboratorio, médicos investigadores y pacientes; de masas críticas de investigadores con enfoque multidisciplinario y de plataformas tecnológicas complejas, cuyo gasto solo se justifica con el uso intensivo. Los altos costes de la investigación biomédica moderna y la necesidad de destacar en el panorama global con una imagen propia, aconseja agrupar en lo posible los recursos humanos y tecnológicos en biomedicina de la Comunidad Valenciana, en unos pocos centros de alta calidad

Acaba de inaugurarse en Valencia un hospital de excelencia con inmensas posibilidades de investigación clínico-experimental, mientras su centro básico más emblemático en investigación biomédica atraviesa una crisis que obliga a reconsiderar su organización y ubicación actuales. Y en sus dos universidades públicas, los grupos científicos de alta calidad han de luchar contra el aislamiento y la dificultad de crecimiento que causa su dispersión. Alicante, que dispone ya del más destacado centro de investigación en neurociencia de España, ofrece la oportunidad de convertir a la Comunidad Valenciana en referente mundial de la investigación del cerebro humano normal y patológico. Y Castellón inicia en su Universidad una nueva Facultad de Medicina en la que puede planearse el desarrollo de líneas concretas de investigación biomédica de alto nivel, en coordinación con el resto de la Comunidad. Sacar partido a estas circunstancias, en momentos de grave crisis económica, exige visión y decisiones valientes a los políticos y capacidad de adaptación y generosidad personal a los investigadores. Desoyendo el consejo de Ignacio de Loyola de no hacer mudanza en tiempos de tribulación, aprovechemos estos para incorporarnos con una imagen de marca valenciana común, a la vanguardia de la investigación biomédica moderna.

Carlos Belmonte es investigador del Instituto de Neurociencias de la UMH-CSIC y premio nacional de investigación Gregorio Marañón.

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