Eterno retorno de la metáfora
Hay dos romanticismos en estos relatos inéditos de Juan Benet que ahora se rescatan. El primero lo pone la imagen memorable del mechón de pelo de la larga melena de un librero y periodista español afincado en México, Cipriano de las Cagigas, amigo y protector de José Zorrilla en su larga estancia centroamericana. La amistad, los viajes conjuntos y la muerte, atacado por el "vómito negro", de Cagigas, ocupan una parte importante de las extraordinarias memorias de Zorrilla, Recuerdos del tiempo viejo, contando el poeta cómo ese mechón de Cagigas quedó fuera por descuido al cierre del ataúd y se fue meciendo al viento en el largo trayecto hasta el cementerio, donde el autor de Don Juan Tenorio no pudo contenerse más y cortó, antes del sepelio, "aquel flotante rizo". Y añade Zorrilla: "Sobre mí lo he llevado mucho tiempo, y aún lo conservo".
Variaciones sobre un tema romántico
Juan Benet
Lumen. Barcelona, 2011
119 páginas. 19,90 euros
Ensayos de incertidumbre
Juan Benet
Edición de Ignacio Echevarría
Lumen. Barcelona, 2011
526 páginas. 26,90 euros
El tema del título (que lleva como pórtico la escena del pelo suelto y cortado de Cagigas) es la breve historia, una sola página, de una pareja de novios a la que un macabro accidente de moto impedirá casarse. Y a continuación empieza a sonar el teclado romántico de Benet, componiendo las cinco variaciones del libro, al que le falta una, encontrada entre sus papeles de un modo demasiado fragmentario como para aconsejar su inclusión. Hay que decir, sin embargo, que esa ausencia, por mucho que nos pese o intrigue, de ningún modo deja insatisfecho al lector; la última variación, 'El legado', no sólo es, junto a la primera y única conocida de antemano, 'Amor Vacui', la mejor, sino que cierra perfectamente, en su final asombroso y esclarecedor, el bucle narrativo de la obra. Las cinco variaciones son, en todo caso, un maravilloso ejercicio de virtuosismo, a la altura de las mejores páginas benetianas del periodo en que este libro se fue escribiendo y guardando en una carpeta, los años 1975-1985, es decir, entre otras, las de En el estado, El aire de un crimen, Saúl ante Samuel, Trece fábulas y media y las dos primeras entregas de Herrumbrosas lanzas. La brevedad de los movimientos, la alegre soltura del impromptu, así como la autoimpuesta plantilla de la variación temática a partir del motivo fúnebre y capilar de Cagigas, permiten al autor el juego de un intérprete inspirado que se desmelena sin perder de ojo las notas de su aleatoria partitura.
Es particularmente apropiado por ello que Lumen haya hecho coincidir, en elegantes volúmenes de tapa dura, las Variaciones con los Ensayos de incertidumbre, una antología al cuidado y criterio de Ignacio Echevarría, quien además de haber elegido inteligentemente las piezas (todas posteriores al libro ensayístico seminal de Benet, La inspiración y el estilo) la prologa y la culmina con un prontuario de opiniones y dichos benetianos sin duda útil para lectores curiosos y neófitos, aunque tal vez impertinente al espíritu del novelista madrileño. Echevarría retoma los cuatro ensayos capitales de la que a mi juicio es la obra de pensamiento artístico más radical y vigente de Benet, En ciernes (1976), donde destacan dos conferencias originalmente dictadas en Salamanca y Berlín, y que leídas ahora, en conjunción con la escritura alada, de pérfida belleza, que caracteriza estas Variaciones, alumbran y sostienen vigorosamente la naturaleza del arte literario del creador de Región, su singular potencia verbal, la poética del eterno retorno de la metáfora, la comicidad entre sublime y astracanada, que alcanza un hito en las páginas 104-106 del libro al describir los preparativos y efectos, inducidos por el bicarbonato francés, de un eructo en el vestíbulo de techo neomudéjar de una sede provincial de Correos: el Benet del rechazo a "la determinación y la funcionalidad" de la novela, y la defensa del "componente de arbitrariedad de toda creación artística".
Esta segunda cita procede de otro texto recogido y resaltado por Echevarría en sugestiva comparación con un pronunciamiento de Gil de Biedma sobre Juan Ramón, la carta abierta de Benet a Pedro Altares, entonces director de Cuadernos para el diálogo, a propósito de Galdós, una proclama de 1970 que no tiene desperdicio, en sus brillantes invectivas contra la "novela asertórica" y de "levantamiento catastral" y en sus manifiestas veleidades (Benet reconoce haber frecuentado poco la vasta obra de Don Benito), no por ello desprovistas de gracia, como al hablar de la "imaginación litográfica" del autor de Fortunata y Jacinta.
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