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Columna
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Se busca socialdemocracia europea

La crisis más pegajosa de la historia empezó hace casi cuatro años como un encadenamiento de fracasos sistémicos que anunciaban el fin de la larguísima era neoliberal, iniciada por Reagan y Thacher: crisis alimentaria, hipotecas subprime, bonos basura, contagio bancario, sequía crediticia, déficit, deuda privada y pública, ajustes duros y estancamiento.

Lo que fracasó con la crisis no es otra cosa que la economía de casino instaurada con entusiasmo por la derecha europea y consentida, a veces también con entusiasmo, por la izquierda socialdemócrata. El retroceso de la fe en la economía productiva es una culpa compartida, sólo que para la derecha no supone un problema filosófico, pero para la izquierda resulta mortal. Cuando se hizo evidente que la era neoliberal tocaba a su fin y todo el mundo volvió la mirada buscando la alternativa, allí no había nadie. Años de connivencia con la desregulación, la regresividad fiscal y la subsidiariedad del Estado habían dejado a la socialdemocracia incapacitada para diagnosticar la crisis y proponer soluciones.

De manera que, paradojas de la política, quien salía reforzado con la crisis, una vez pasado el desconcierto inicial, era quien la había provocado: las políticas anticrisis las acabó diseñando la misma derecha que nos había metido en el hoyo. Descontando un primer período de medidas anticíclicas, de inversión y estímulo, cuando nadie creía que la cosa fuera para largo, se pasó a los ajustes drásticos que contraen el crecimiento. La acusación de la derecha de que el Gobierno Zapatero no hacía nada en aquella fase ha llegado a calar en la opinión publicada hasta convertirse en un tópico, pero lo cierto es que el discurso de "no dejar a nadie en la cuneta" (400 euros, extensión de las ayudas al desempleo, a los hijos, etcétera) y el estímulo a la economía con los dos Planes E de inversión local, era lo que tocaba hacer. Con estas políticas, sin embargo, se deterioraron gravemente las cuentas públicas, creando las bases del déficit y no se evitó la caída en las siguientes fases de la crisis. Desde entonces las recetas son las que la derecha, soberana indiscutible de Europa, ha marcado como férrea hoja de ruta: tranquilizar a los mercados y reducir el déficit y la deuda. Nada sobre el empleo, nada sobre el consumo de las familias, nada sobre la desigualdad. Nada sobre el poder de la política frente a los mercados.

Las recetas conservadoras han debido ser aplicadas en primer lugar, nueva paradoja, por los pocos gobiernos socialdemócratas que quedaban en Europa. La economía de urgencia que se han visto obligados a hacer ha acabado desdibujando su perfil progresista y enajenando buena parte de su apoyo social. La paradoja tiene su continuidad en el plano electoral: la derecha saldrá ganando.

Casi dos años después y a la vista del mortal susto que los mercados han vuelto a darnos este verano en Europa y EE UU, es preciso reconocer que la fe en las políticas de ajuste no estaba más justificada que la que se depositó en las medidas de expansión del primer momento. Ni unas ni otras evitaron el desastre. Si lo ocurrido este verano no significa que la batuta del eje París-Berlín ha fracasado estrepitosamente, que venga dios y lo vea. ¿No es el momento de proclamar que las recetas conservadoras han profundizado la crisis en vez de resolverla? ¿No sería el momento de pedir a la socialdemocracia que vuelva a levantar la bandera de la política, frente a los mercados? ¿No sería el momento de plantear el decálogo de una salida diferente a la crisis? Una salida que pase por la construcción de una gobernanza europea que no se pliegue a los intereses electorales de Merkel o Sarkozy: tesoro europeo, fiscalidad común, presupuestos europeos, modelo social, eurobonos, etcétera. Etcétera. Y en el lado de la política-política: un liderazgo europeo escogido mediante elecciones presidenciales y parlamentarias reales, ciudadanía europea y Constitución, soberanía... ¿Dónde está el imprescindible Partido Socialista Europeo capaz de tomar el relevo? Se busca, vivo o muerto.

Pepe Reig es militante del PSPV-PSOE

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