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Reportaje:TENIS | Abierto de Estados Unidos

La catedral del viento

Federer se impone a Giraldo (6-4, 6-3 y 6-2) en la pista central más difícil del mundo por los remolinos y busca evitar su primer año desde 2003 sin ganar un título del Grand Slam

El aliento de Irene se queda cuando se ha marchado la tormenta. Ya no están los bancos de madera apilados en los pasillos interiores del Abierto de Estados Unidos. Ya no se apiñan en oscuros corredores las flores decorativas para protegerlas del agua. Ya se han vuelto a colgar las banderas y el marcador del estadio, lo que no evita que los rescoldos del huracán magnifiquen uno de los retos del torneo: en ninguna pista central sopla el viento con tanta virulencia. Ayer, entre rachas de hasta 30 kilómetros por hora según el parte meteorológico, el suizo Roger Federer debutó contra el colombiano Santiago Giraldo (6-4 6-3 6-2). Se movía el aire y resoplaba el helvético, que ansía evitar su primer curso desde 2003 sin conquistar un título del Grand Slam y salvar así el año en el que menos competiciones, una, ha ganado desde 2001.

"Al ser tan abierta la cancha, el aire entra por los lados", describe López
Ayer, tras el paso de Irene, se registraron rachas de hasta 30 kilómetros por hora
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"Todo está bajo control", avisa el número tres del tenis mundial, con 16 coronas grandes y desplazado a Nueva York con su esposa y sus hijas para competir por primera vez como treintañero en una gran cita. "La edad no cambia nada. Sigo siendo tan profesional como siempre. Sigo estando tan hambriento como siempre. Lo único que ha cambiado es un número. Estoy listo. Sé qué es lo que debo hacer. No siento pánico... Además, creo que mi juego me permitirá seguir compitiendo durante años", matiza.

Nadie en el siglo XXI ha sabido adaptarse mejor que Federer a las especiales circunstancias de Nueva York, donde ha ganado cinco veces. Frente a Giraldo, trataba de igualar al estadounidense Andre Agassi como el segundo jugador con más victorias parciales en los torneos del Grand Slam (224 por las 233 del también norteamericano Jimmy Connors) en la era abierta, desde 1968. Si gana esta vez, sumará seis Abiertos de Estados Unidos, más que nadie en ese periodo. De conseguirlo, logrará igualar el récord de 46 títulos sobre pista dura... Sin embargo, solo ha ganado un torneo menor en todo 2011 (Doha), no se impone en un grande desde febrero de 2010 (Abierto de Australia) y desde entonces solo ha jugado una final (Roland Garros en 2011). En Nueva York le esperan un cuadro complicadísimo, con el serbio Novak Djokovic en el horizonte, y los restos de la tormenta tropical en la que se acabó convirtiendo Irene.

"Por viento, es la peor pista que hay", describe Feliciano López, uno de esos sacadores que se las tiene tiesas con los latigazos del aire; "al ser tan abierta, entra por los lados y crea remolinos". "Viento hay", coincide Rafael Nadal, el campeón, que probablemente debute hoy ante el kazajo Andrey Golubev. "Tras este fin de semana, más", bromea.

Nueva York tiene la cancha central más complicada de los grandes. Construida en 1997 por unos 200 millones de euros, su estructura de pasillos convergentes hacia el anillo del estadio, que se alza abriéndose cada vez más hacia el cielo, genera unos vientos inmanejables. Los anchos vomitorios, sin puertas a partir del nivel intermedio, sirven de amplificadores de esos soplidos según la organización, que desde 1999 cierra los pasillos que están a la altura de la pista para reducir ese efecto. El viento no fue tomado en consideración a la hora de construirla pese a que la Louis Armstrong, su predecesora, era famosa por lo mismo. Solo importaba levantar la pista con mayor aforo del planeta: casi 25.000 espectadores. En consecuencia, en ningún torneo se juega con más ruido y más interrupciones. Hay otra cosa única: los aviones, que con sus estruendosos motores ensordecen los peloteos en su vuelo desde el cercano aeropuerto de La Guardia.

Frente a todo eso, Federer, un maestro del juego entre el viento, tiene ventaja. Como dijo Nadal: "Cuando has ganado en un sitio, lo ves todo un pelín más positivo cuando vuelves".

Roger Federer, en una devolución.
Roger Federer, en una devolución.JOHN SOMMERS (REUTERS)

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