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INTIMIDADES
Columna
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Flores y alcohol

Lágrimas y alcohol. Dolor y comida. ¿Quién no se ha entregado a una botella de alcohol e inundado una copa con lágrimas sin consuelo? ¿Quién no se ha mimado, en las circunstancias más tristes, preparándose el mejor de los festines? Leí, hace algún tiempo, mientras recorría los rincones de mi amada Turquía, que en una de sus fronteras rusas existió un médico que curaba con flores. Dolores y tristezas, en general, sanaban con media hora en una pequeña cabina acompañada de lirios, margaritas, rosas o tulipanes. Me resulta maravilloso que las margaritas ya no solo sirvan para rifar si te quiere o no. Sino que curan y últimamente, además, se cocinan. Atún rojo con salvia, souflés o helado de violetas, ensaladas de crisantemos, arroz con caléndulas o gelatina de pensamientos... Y ahora que las hemos sumado a nuestra cocina, podemos sumarlas, también, a nuestros consuelos. ¿Se te quiebra el alma? media docena de rosas y una buena botella de vino. Sumerjamos la nariz entre sus pétalos hasta inundarnos de su aroma, procuremos darles un buen mordisco y bebamos a gusto mientras corren nuestras lágrimas por las mejillas. Y es que, a veces, aunque salga el sol, parece que el mundo se apaga. Más tranquilos, mañana será otro día y volverá el sol en su eterno empeño de iluminarnos y hacer crecer las flores.

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