Los bancos españoles limitan daños en la tormenta bursátil
El modelo minorista protege a las entidades de las dudas
La banca española tiene aún por delante una pesada digestión del estallido de la burbuja inmobiliaria. Una buena parte del sector, casi todas las cajas de ahorros, está aún en pleno proceso de integración, con la entrada de capital público a la vuelta de la esquina en algunos casos. El estancamiento de la economía española, su enorme volumen de paro pesan en sus expectativas. Y sobrelleva como pueden el estigma de ser compradores recurrentes de deuda pública española, ahora un hábito poco saludable a la vista de muchos inversores. Pero esta vez, aún en el peor envite bursátil contra el sector en más de dos años, no sale tan mal parada.
La caída en la cotización de los dos grandes, Santander y BBVA, no llega al 20% en lo que va de agosto, cuando en la mayoría de los gigantes europeos ronda el 30% y en algunos casos (las principales entidades británicas, el italiano Intesa, el francés Société Générale) el retroceso es aún mayor. Esta vez, el modelo de negocio, basado en la banca minorista, es una ventaja. Los mercados penalizan a las entidades más dependientes de la financiación en los mercados estadounidenses. Son bancos que necesitan renovar de forma continua préstamos a corto plazo en dólares para suministrar recursos a largo plazo en operaciones globales (créditos sindicados, grandes proyectos de inversión, adquisiciones empresariales). No es un negocio habitual para la banca española, que se nutre en buena parte de los depósitos de los clientes y de financiación en euros.
Los colocadores mantienen a flote a Bankia, que solo cae un 1,5% en un mes
"Que la cotización de la banca española no se haya comportado tan mal, no quiere decir que los problemas no sigan ahí", subraya Sara Baliña, de Analistas Financieros Internacionales. Desde abril, apenas ha habido emisiones de deuda, vía habitual para lograr financiación a medio y largo plazo hace unos años. Y el acceso a préstamos a corto plazo ha pendido de un hilo durante lo peor de la crisis de deuda soberana: las cámaras de compensación en Londres y Berlín, que desde el año pasado cubren los créditos que utilizan la deuda pública española como garantía, estuvieron a punto de exigir un importante recargo por el aumento de la prima de riesgo.
Para la mayoría del sector, el único camino sigue siendo apostar por un aumento de los depósitos y por limitar sus operaciones de crédito para no tener problemas de liquidez. Más allá de la culminación, en septiembre, de los procesos de integración concertados con el Banco de España, la falta de rentabilidad empuja a una segunda ronda de fusiones en los próximos meses.
Las turbulencias han sido una dura prueba para los primeros bancos constituidos por cajas que han salido a Bolsa. Mientras CaixaBank y Banca Cívica han encajado pérdidas del 20% en lo que va de agosto, los colocadores de Bankia, con JP Morgan a la cabeza, han jugado a fondo su acción estabilizadora en el primer mes de cotización. En agosto, la entidad que preside Rodrigo Rato apenas se ha dejado un 1,5%.
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