Gatos y borregos
Que nadie se llame a engaño: se anunciaba una corrida de toros en la feria de Málaga, pero no hubo tal. Lo que salió por chiqueros fueron gatos; mejor dicho: cuatro gatitos -primero, segundo, cuarto y sexto- y dos borregos. Los primeros, ya se sabe, son animales de unos cinco decímetros de largo, las patitas cortas y muy útiles para cazar ratones. Los borregos alcanzan hasta los ocho decímetros de altura y son suaves e inofensivos. Con el debido respeto para gatos y borregos, así fue el asunto. Bueno, aún peor: no solo no tenían cara de toros, sino que salían tullidos, ayunos de toda clase de fuerza -ninguno fue picado-, mansos hasta la desesperación y descastados de manual. Tamaño dislate pone en cuestión un día más la categoría de esta plaza; pero tal pecado no es exclusivo de Málaga. Igual ha ocurrido en Sevilla y Madrid esta misma temporada.
SORANDO / CONDE, MORANTE, EL JULI
Toros de Román Sorando, muy mal presentados, mansos, inválidos, descastados y sosos.
Javier Conde: pinchazo atravesado, cuatro descabellos -aviso-, dos descabellos -2º aviso- y tres descabellos (bronca); media atravesada (algunos pitos).
Morante de la Puebla: pinchazo y media (palmas); pinchazo y media -aviso- dos descabellos y el toro se echa (ovación).
El Juli: media estocada (oreja); estocada caída (silencio).
Plaza de la Malagueta. 19 de agosto. Corrida de feria. Casi lleno.
Una faena de engañabobos valió a El Juli una oreja de latón
Téngase en cuenta que ayer concurrían dos figuras del toreo actual: Morante de la Puebla y El Juli, y ambos son apoderados por los señores Curro Vázquez y Roberto Domínguez, respectivamente, y los dos se han ganado merecida fama de exigir lo más chico y birrioso del campo bravo para sus poderdantes. Y ayer se colgaron una nueva medalla: lo que salió al ruedo malagueño es una vergüenza que pone de manifiesto el talante de los taurinos actuales.
No hubo enfado, no obstante, en la plaza, porque ya se sabe que los públicos de hoy son generosos con los becerros inválidos y aplauden a los picadores que se limitan a mirar al horizonte.
Hubo bronca, eso sí, a Javier Conde, que estuvo toda la tarde sin estar en él, pasó las de Caín sin motivo aparente, se mostró inhibido y sufrió las inclemencias de sus paisanos. Su primero era una cabrita sin pitones, y fue objeto de una lidia desastrosa e impropia de un señor vestido de luces. Hizo alardes Conde de una extraña y exagerada precaución y su gente lo abucheó sin piedad. Quiso enmendar el marrón en el cuarto, pero no fue posible. Era el suyo otro chiquitín inválido, y Conde lo citaba con la muleta en exceso retrasada y escaso ánimo. El torillo se cansó de tal bailoteo, le volvió la cara y se refugió en tablas.
Habrá que concluir que Morante se presentó animoso y decidido, porque parece que quiso, aunque no pudo ser. Imposible que fuera con la basura que lidió en primer lugar, un gato hundido en la miseria del descastamiento. Un molinete por aquí, un derechazo por allá, una trincherilla... Bisutería barata. Y volvió a intentarlo en el quinto, un borrego sosísimo que no le permitió más que salir airoso de un par de apuros.
Y quedaba El Juli, otra figura de postín, que tampoco tiene reparos en protagonizar bochornosos espectáculos como el de ayer. ¿Qué necesidad tendrá este gran torero de ponerse delante de ridículos gatos? ¿Por qué él y otros tantos como él se empeñan en engañar a los benditos públicos que siguen llenando las plazas? Algún día, más pronto que tarde, lamentarán tal osadía. Una faena de engañabobos ante otro inválido le valió una oreja de latón, y se limitó a pasaportar al sexto, que era un muerto en vida.
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