Los espejos cóncavos de la Puerta del Sol
Decía Max Estrella, personaje de Valle-Inclán en Luces de bohemia, que la realidad vista en los espejos cóncavos se deforma y que las imágenes más bellas se vuelven absurdas. Corrían los años veinte, y contemplar el reflejo en esos espejos se convirtió en un divertido pasatiempo.
Noventa años después, dirigentes e informadores parecen entretenerse de igual manera. Solo así entendería la sinrazón en la Puerta del Sol. Solo así comprendería por qué su realidad difiere tanto de la mía. Porque donde Rubalcaba ve 200 personas poniendo la ciudad patas arriba, un servidor las cuenta por miles, caminando todas con los pies en el suelo por una democracia de verdad, en la que se condene y no tenga cabida la corrupción. Porque donde González Pons asegura que los antisistema del 15-M tienen actitudes violentas, el menda ve pacifistas que sueñan con un sistema menos voraz; un sistema sin tantas desigualdades; un sistema, señor González Pons, como Dios manda.
Porque donde algunos periodistas hablan de alborotadores perroflautas, a los que la policía debe aporrear y detener, un servidor ve a padres pidiendo futuro para sus hijos; a niños, estudiantes, trabajadores, desempleados, autónomos, pensionistas y desahuciados poniendo el grito en el cielo por una sociedad respirable; por una sociedad más justa y más humana.
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