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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Zarpazo terrorista

La cadena de atentados en Irak solo causa sufrimiento y no influye en el futuro del país

Los terroristas iraquíes perpetraron el lunes una cadena de atentados suicidas casi simultáneos en 15 ciudades diferentes. Los muertos rondan los 70, y hay dos centenares de heridos de diversa consideración. El Gobierno de Bagdad atribuye los ataques al Estado Islámico de Irak, nombre con el que se autodenomina la rama iraquí de Al Qaeda. La forma de actuar lleva el siniestro sello de esta organización; además, el grueso de los atentados iba dirigido contra barrios de mayoría chií, aunque también fueron objetivo algunas zonas suníes.

Este zarpazo de los terroristas solo pone de manifiesto su interés en presentar la inminente retirada de las tropas norteamericanas, prevista para dentro de cuatro meses, como una victoria militar. No lo es por más que traten de rubricarlo con más muerte y más destrucción. Y no lo es porque el panorama político de la región se ha transformado de forma radical desde principios de año, cuando estallaron las revueltas democráticas en Túnez y Egipto, y se extendieron de inmediato a otros países. Al Qaeda y su siniestra constelación de grupos afines pueden seguir derrochando pólvora y fanatismo, y eso es lo que hicieron el martes en Irak. Pero su capacidad de influir decisivamente en los procesos políticos de la región nada tiene que ver con la de hace tan solo unos años. Más atentados suicidas solo significan hoy más sufrimiento, no más poder para Al Qaeda.

Los terroristas han querido que sus ataques coincidan con las negociaciones entre los Gobiernos de Washington y Bagdad sobre la posibilidad de que un contingente militar norteamericano permanezca en el país para seguir formando a las fuerzas de seguridad iraquíes. Si Estados Unidos rechaza esta petición, Al Qaeda dirá que su furia criminal ha conseguido amedrentar al Ejército más poderoso del mundo; pero si la acepta, los terroristas reactivarán entonces su discurso sobre el colaboracionismo del Ejecutivo iraquí. Ese es el órdago sangriento que Al Qaeda ha querido lanzar contra un país hastiado de violencia, y en el que no pasará de ser una minoría sin escrúpulos capaz de hacer mucho daño todavía, pero no de determinar su futuro.

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Desde el punto de vista político, poco o nada han cambiado los atentados del martes en Irak. Lo único que los terroristas han conseguido es asesinar a varias decenas de iraquíes, privándoles de su tímida esperanza de ver el final de una pesadilla.

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