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Columna
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La ética de la franquicia

Decía Felipe, el amigo de Mafalda, que el problema de salir a la calle con las orejas puestas es que uno se expone a oír cualquier cosa. Y como no hay demasiados follones en el mundo, hay gente que se empeña en rellenar páginas de periódicos con comentarios, afirmaciones, exabruptos, lindezas y sandeces sorprendentes. Es así que en las páginas de dos números de EL PAÍS de esta misma semana aparecían los comentarios del lehendakari López y la correspondiente respuesta de su homóloga castellano-manchega (¡qué bonito queda esto!) Dolores de Cospedal. El primero lamenta la actitud de Bildu (a propósito de lo que sea, que eso ya da un poco igual) pero no su legalidad y la segunda le llama indecente por no lamentar que Bildu sea legal. Hasta aquí la chapuza lógico-lamentable. El análisis de la cuestión es bastante más complicado. A ver si nos aclaramos: ¿la indecencia de la ausencia de lamento por la legalidad es lo mismo que la decencia de la presencia de alegría por la ilegalidad? En otras palabras: ¿nos alegramos de lo ilegal y nos lamentamos de lo legal? O dicho de otra forma: ¿la ley es una puta mierda o qué?

El caso es que no hay un duro. El Celta de Vigo pone en circulación el trofeo del torneo Ciudad de idem

Hasta donde uno llega a entender, cuando alguien llega a un puesto de tan alta responsabilidad como la presidencia de una comunidad autónoma, tiene que jurar y/o prometer el acatamiento de la Constitución y, por lo tanto, de todas las leyes españolas. ¡Hombre!, ya se sabe que tenemos forajidos instalados en puestos de responsabilidad por todas partes pero esto está empezando a ser curioso. Usted y yo, compatriota, podemos pasarnos la ley por donde nos dé la gana siempre y cuando asumamos las consecuencias; no así el/la señor/a presidente/a. Si Bildu es legal es porque cumplen los requisitos previamente exigidos y punto pelota. Y si Dolores no está de acuerdo con la ley española que le permite ser presidenta igual tiene que replantearse su condición de constitucionalista y pasarse al anarquismo de bicicleta y bomba bajo el brazo.

Lo legal y lo ilegal no son exactamente equivalentes a lo moral y lo inmoral. Ahora que estamos al borde de la quiebra técnica de la administraciones esto puede parecer un asunto baladí, pero aún nos queda por saber si el despilfarro que nos ha llevado a esto fue legítimo en algún momento o tiene alguna disculpa ética. La crisis puede ser un invento de especuladores pero el caso es que no hay un duro. El mismísimo Real Club Celta de Vigo pone en circulación el trofeo del torneo Ciudad de idem, que ganó en su día, con tan mala fortuna que va y se lo lleva el Sporting de Gijón. A lo mejor nos tenemos que callar porque, al fin y al cabo, es una empresa privada y pueden hacer de su capa un sayo. Lo que pasa es que, si es así, no se acaba de entender la foto del alcalde Caballero con el trofeo hábilmente tuneado para la ocasión, ni la utilización por el morro de todo un estadio municipal para cometer sus tropelías con toda la impunidad del mundo y perder partidos con una alegría que da gloria verla. La bula papal de la que disponen los equipos de fútbol es de pasmo. Decía Noam Chomsky que él, por muy de Nueva York que fuese, no podía ser hincha de los New York Knicks sencillamente porque utilizaran el nombre de la ciudad. Al fin y al cabo se trata de otra empresa que, a la manera de una franquicia, hace su negocio. Si el tío Noam viera esto del trofeo del Celta y la manera en la que se chantajea a las administraciones locales por estos pagos (o impagos) se abriría las venas. El equivalente a esta sinrazón sería que el bar de la esquina se llamase Bar Vigo o Bar Coruña o Bar New York y no tuviese que pagar ni impuestos ni alquiler ni ná de ná. La ciudad como franquicia y patente de corso es algo muy arraigado pero no tiene por qué quedarse sólo en el mundo del deporte, qué caramba.

La ética de la franquicia es algo digno de estudiar y hacer un máster. Lo que daría un servidor por la grabación de todas las confesiones que se hagan en los confesionarios instalados en el Parque del Retiro madrileño en estos días de visita papal. Este estado no puede ser ya más confesional y no hay que olvidar que "franquicia" viene de "Franco".

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