Cebollas para llorar
Lloro cuando pico cebolla. Siempre lo hago. Según me cuenta mi madre, si lloras cuando picas cebolla es porque eres celosa. En el año 2002 Shinsuke Imai, un investigador japonés, descubrió el porqué de las lágrimas. Efectivamente, eran el resultado de una relación de tres, como ya apuntaba mi sabia progenitora. Una cebolla, un cuchillo y nuestro lagrimal. Mientras la cebolla permanece unida no hay problema, pero llega el cuchillo y lo rompe todo. Una sustancia volátil que llaman Sin-Propantial-S-óxido, rica en azufre, se esparce e impregna el ambiente. Nuestros ojos, para defenderse, generan aún más agua y de ahí nuestras lágrimas. Cuatro años más tarde, este mismo investigador, junto a otros colegotas listillos, crearon una cebolla transgénica que no hace llorar. Sin llegar a ningún extremo, que queréis que os diga, siento que prefiero la versión más visceral de mi muy amada creadora. Me gusta llorar cuando corto cebolla. Soltarlo todo. Quedarme a gusto. Entregarme por completo a los sentimientos y las sensaciones. ¿Quién no ha querido ser Sofía Loren tirándole las maletas a Marcello Mastroianni por aquel precioso balcón? Ser esa gran mujer, viva, con carácter, amante apasionada, y llorar sobre aquel maravilloso escote. Yo sí. Creo que la vida es y está para vivirla con pasión.
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