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Crítica:FERIA DE MÁLAGA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una extraña personalidad

Antonio Lorca

Qué extraña personalidad la de los toreros... Se dice con razón que están hechos de otra pasta. Quizá por eso, sus reacciones ante las circunstancias de la vida son sorprendentes, curiosas y, a veces, impactantes. Pasen y vean...

Estaba Víctor Puerto tratando de lucirse con su noble primero, a la postre, el mejor de la tarde. En las postrimerías de la faena de muleta lo citó por estatuarios y, en uno de ellos, el animal se encontró con la anatomía del torero, lo prendió por el muslo derecho, lo levantó por los aires, lo zarandeó, cayó Puerto al suelo en mala postura y allí lo buscó sin encontrar carne por fortuna. Se levantó el matador manchado de arena de arriba abajo y con una cornada sangrante en la pierna diestra. Montó la espada y dejó un pinchazo. Pronto se vio que estaba herido, pero el torero insistió en quedarse. Y así fue; acabó con la vida del toro, y cuando todos creían que tomaría Puerto el camino de la enfermería, comenzó una vuelta al ruedo en la que quedó patente que la sangre corría taleguilla abajo.

PEREDA/PUERTO, AMAYA, MORENITO

Toros de José Luis Pereda, bien presentados, mansos, descastados y deslucidos.

Víctor Puerto: pinchazo _aviso_ pinchazo y descabello (vuelta). Resultó cogido. Sufrió dos heridas en el muslo derecho. Una, de catorce centímetros, que rompe fibras de los músculos sartorio y abductor, y otra de quince, que afecta a la piel. Pronóstico grave.

Alejandro Amaya: bajonazo y cinco descabellos (silencio); casi entera baja y muy trasera (silencio); pinchazo, estocada baja, pinchazo y descabello (silencio).

Morenito de Aranda: estocada, seis descabellos _aviso_ y un descabello (silencio); estocada (silencio).

Plaza de la Malagueta. 14 de agosto. Tercera corrida de feria. Media entrada.

Puerto, herido, aguantó en el ruedo hasta que le fallaron las fuerzas
Corrida muy bien presentada de Pereda, pero mansa y descastada

Pero sigue la historia. Acabada la ovación, el torero se resguardó en el callejón y era ostensible su tajante negativa a ponerse en manos de los médicos y su firme decisión de aguantar el dolor para matar su segundo toro. Lo abanicaron con una toalla, lo sentaron en un taburete, casi lo bañaron en esa agua milagrosa que portan las cuadrillas en botellas de plástico; se levantaba, se volvía a sentar, pero la cara le cambiaba de color por momentos.

Momentos antes de que su compañero Amaya iniciara la faena de muleta, Víctor Puerto accedió a las recomendaciones de los suyos e inició el camino lento hacia la enfermería entre la curiosidad general y el aplauso afectuoso de la concurrencia. El paso cada vez más quedo, hasta que se le nubló la vista (¡qué se cae, que se cae...!), y el torero se desmayó en manos de los suyos, que lo levantaron en volandas y en un pis pas lo introdujeron en el quirófano. Allí se comprobó que no era una, sino dos las cornadas.

¡Qué extraña personalidad la de los toreros...! ¿Qué pasará por la cabeza de estos hombres cuando deciden aguantar el dolor y la sangre con el único objetivo de intentar de nuevo el triunfo en otro toro? Es el sino de los héroes.

Y de los artistas, también. Porque Puerto tuvo oportunidad de demostrar que sigue siendo un exquisito con el capote, y dejó bellas pinceladas a la verónica y por chicuelinas, con gusto y elegancia. Muleta en mano tardó en romper el hielo, se lució a mitad de su labor con una tanda de aceptables naturales, tras los que decidió clavar las rodillas en tierra y dar unos derechazos que rompieron la inercia existente. Se animó el hombre y, en contra de la costumbre, citó por estatuarios. Buenos los dos primeros, y en el tercero llegó la cogida. Pero allí se quedó el torero, hecho un tío, y allí hubiera seguido si las fuerzas no le fallan. Ojalá se recupere pronto.

Y se acabó la corrida, la muy bien presentada corrida de José Luis Pereda, en la que solo destacó ese primer toro, noble y repetidor, que cogió a Puerto sin mala idea alguna, sino porque se lo encontró delante. Sus hermanos no desarrollaron malas ideas, pero sí mansedumbre a puñados y falta de casta y cobardía.

Pocas opciones para el lucimiento tuvieron Alejandro Amaya y Morenito de Aranda, voluntariosos, pero ayunos, también, de la gracia necesaria en situaciones tan sosas como la presente. El primero, mexicano de Tijuana, ofreció una entristecida imagen de aparente frialdad, de extraña languidez, de estar sin estar en él, sin actitud de pelea y escasez de recursos. Llamó la atención, por ejemplo, que dejara la lidia de su segundo en manos del subalterno Joselito Rus mientras él asistía como espectador pasivo. No destacó en ninguno de los tres toreros que mató.

Tampoco dejó nada para el recuerdo Morenito de Aranda. Su lote no fue de suerte ni a él se le vio entonado; quizá, también es verdad, es que no era posible el toreo con oponentes de tan mala casta.

En fin, que Víctor Puerto acabó en la camilla antes de tiempo, y muy a su pesar. ¡Qué extraña personalidad...!

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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